
La noche del pasado sábado, el XXVII Festival Internacional en el Camino de Santiago (FICS) que organiza la Diputación de Huesca acogió otra de sus citas más esperadas. Volvió a ser en el Auditorio del Palacio de Congresos de Jaca. El maridaje Savall & Núñez tenía ecos de película de John Ford.
Entre otras cosas fue una cita épica, y tras tanto aplauso y bienestar del respetable, también épica. Ambos músicos prepararon para la cita un gran número de melodías de distintas procedencias, muchas de raigambre popular, otras escritas por referentes celtas, que fueron desfilando de manera serena y gustosa en varios selectos bloques, temas que se abrían cual preciados tesoros: The Caledonia Set, The Lord Moira Set, Flowers of Edinburgh, The Donegal Set, Carolan’s Harp, Universo céltico de Bretaña en el País Vasco, hasta llegar a lrish Landscapes.
Savall y Núñez, apuesta segura
Reunir al hombre tranquilo que es Savall (viola da gamba y lyra viol) con la jovialidad de Núñez (gaita gallega, pastoral pipes y flauta dulce irlandesa) era el complemento perfecto y la apuesta segura para este tipo de propuestas, haciéndonos viajar a otros espacios, tiempos y paisajes. Junto a ellos, un gran plantel de músicos: Pancho Álvarez (viola capiria), Xurxo Núñez (percusiones, panderetas y pandeiros), Andrew Lawrence-King (arpa irlandesa y salterio) y Frank McGuire (bodhran). Magníficos, juntos celebraron una velada moderna, bárbara y para el recuerdo, marcada por la maestría, la elegancia y el detalle, en definitiva, por la belleza.
Aparte de música antigua y barroca, en el primer Savall ya podíamos descubrir cómo introducía alguna melodía tradicional. Estos hechos, aun siendo sencillos y discretos, ya constituían una llamada para expertos y músicos preocupados. Uno de ellos fue un joven Carlos Núñez. El entusiasmo del joven gaitero propició el encuentro entre Savall y los Chieftains, “dos sabidurías dándose la mano”.


En aquel entonces parecían dos mundos diferentes, la música antigua por un lado, la celta por otro. “Por sorpresa, todo fue madurando”. Muchos años más tarde, Jordi Savall nos descubre la música celta como música histórica. “Los Chieftains ya lo sospechaban desde Irlanda, pero el espaldarazo final fue que Jordi las viera desde este punto de vista historicista”, destaca Carlos Núñez. “Estamos delante de una auténtica revolución internacional. Creo que lo más interesante que ha pasado en la música celta en los últimos treinta años ha sido esta nueva perspectiva que nos brinda el maestro”.
Para Jordi Savall, que dos años más tarde volvía a visitar Jaca, “estas músicas no se compusieron para los nobles, ni para las iglesias ni los castillos… lo hicieron para la gente. Han sobrevivido durante siglos porque la gente la necesitaba para sobrevivir. Irlanda fue devastada por la invasión inglesa y su población tuvo que huir al extranjero. Gracias a su música la gente podía continuar. Lo mismo pasó con los judíos españoles”. En su conservación durante los siglos estos sonidos han sido enriquecidos por estilos, variaciones, “de muchas cosas que las han hecho vivas”.
Melodías del pueblo para la supervivencia
Repertorios que adoptan formas modernas, instrumentos electrónicos, etc. pero que son reflejo de la vitalidad de estas músicas. “Músicas del pueblo compuestas por grandes compositores”, subraya Savall, como los violinistas escoceses Niel Gow (1727-1807) y Simon Fraser (1773-1852), o el arpista y cantante ciego Turlough O’Carolan (1670-1738), el último gran bardo irlandés, autores “que no fueron lo suficientemente valorados porque no compusieron las partituras completas”.
Casi siempre eran solo melodías, algo que no gustaba “a los musicólogos cabezudos, por decirlo de una forma simpática, que no la consideraban músicas serias. Lo mismo le pasó a Bach con las suites de violoncello”. “La música céltica se ha considerado de menos nivel que la música culta porque le falta el acompañamiento. Son tan bellas que no lo necesitan”, resalta Savall. “Todo el mundo sabía cómo había que hacerlo, porque cualquier músico que tocase un arpa, una guitarra o un clavicémbalo sabía qué armonías poner en una composición como ésta”.
Para Carlos Núñez, esa nueva aportación que llega desde la música antigua reside “en conectar esa información que llega de las partituras, los códices, la música escrita con la oralidad. Tenemos la suerte que en nuestro país algunas de estas tradiciones están vivas, no han desaparecido como en Alemania, Inglaterra o Francia. Aquí todo eso está vivo, algo que veía en la forma de tocar de Jordi, que tenía esa intuición de la oralidad de la música tradicional. Lo que ha hecho él ha sido conectar nuestras raíces y esos códices”.



Antesala en Siresa con el concierto de Carlos Núñez
El concierto en Siresa del XXVII Festival Internacional en el Camino de Santiago, que se celebraba el viernes, tenía un nombre propio: Carlos Núñez. Cierto que se trata de un artista que no necesita presentación, cierto que poco hay que descubrir… pero ese talante tan maravilloso, inconformista y soñador, de revisitar las fuentes, investigar, conjugar y hacerse con ellas, consigue que el músico siempre crezca y se enriquezca y, por ende, todos los espectadores que podemos gozar con la honestidad de su música, viviendo cada concierto, cada propuesta, como nuevos.
Con Carlos Núñez (flautas y gaitas medievales) y todo su equipo, Pancho Álvarez (fídula y laúd), Xurxo Núñez (percusión), Esteban Bolado (fídula y voz), Wolodymyr Smishkewych (voz, zanfona, organistrum), grandes sonaron Lais Artúricos (Don Amor, Après Chou) y Dum Pater, Ad Honorem (Códice Calixuno) y todo el repertorio de las Cantigas de Santa María, escritas en idioma galaico y en notación musical mensurada en la corte del Rey Alfonso X el Sabio durante la segunda mitad del siglo XIII. Qué belleza todas. Inundaron Siresa.
Núñez es un comunicador nato
Núñez es un comunicador nato. Su pasión y entusiasmo por lo que trabaja y la calidad de su temas hacen que lleguen al oyente de manera multiplicada. Además, las presenta, las motiva, las conjuga, les hace coreografías, les muestra sus vasos comunicantes, las pone en valor, abriendo estas canciones, estos discos, estos proyectos a nuestras vidas.
Dentro de su lúcida gira de Lugares Máxicos, el Monasterio de San Pedro de Siresa -¡cómo no elegirlo!- vivió un concierto de gran comunión entre público y artista. Fue, sin duda, una fiesta para los sentidos, y para las músicas con raíz, antiguas y de interpretación contemporánea, vivas de espíritu. Carlos Núñez fue también el gran médium de estos sonidos, reinterpretándolos, pero también llevándolos comprometidamente a su terreno, a su sello y estilo, ese que hace pacto con la verosimilitud de lo que hacemos.
El concierto de Núñez fue una oda a la vida, a la naturaleza y a nosotros mismos. Se trataba de un abordaje a la tradición medieval, pero tengo que sumar otra -con salto en el espacio tiempo-, el del espíritu más jovial y alegre de un Shakespeare, lírico y místico, cual Sueño de una noche de verano, invitador siempre al consuelo, a la paz y a la sonrisa.
Buscando construir formas puras con su música, la fantasía sonora de Núñez se adueñó de Siresa. Organizado por la Diputación de Huesca, Núñez nos obsequió con el rumor de los pasos en el tiempo. Como en el Camino de Santiago francés por Aragón, la Vía Tolosana, desde el siglo IX, un paseo que en el fondo también conectó el alto del Somport con Santiago de Compostela, a 858 km. Esta vez el peregrino de la música fue Carlos Núñez y compartió su buena nueva como nadie. Por algo terminó el concierto, todos juntos cogidos de la mano, bailando.
Por Festival Internacional en el Camino de Santiago
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