En una fiesta y en medio de un gran ambiente volvía a celebrarse el Encuentro de Vecinos de Esco, que alcanzaba en esta ocasión su vigésimo segunda edición, y que se convirtió en toda una reivindicación de este pueblo de la Jacetania que fue abandonado a partir de los años 60, con la construcción del pantano de Yesa. Al ser anegadas sus tierras, a sus habitantes no les quedó otro remedio que marcharse en busca de otro medio de vida.

Durante la jornada, no faltó la celebración religiosa, el reencuentro con amigos y un reconocimiento a Belén Boloqui, presidenta de Apudepa, por parte de la Asociación Pro Reconstrucción de Esco, entidad organizadora de los actos.
Una importante cita para evitar que Esco caiga en el olvido
En la actualidad, sólo viven en Esco cuatro personas, pero, cada año, los hijos del pueblo y sus descendientes no faltan a esta importante cita que tiene como objetivo evitar que el pueblo, que tuvo una gran relevancia en otra época, caiga en el olvido.








En el año 1959 comenzó el llenado del pantano de Yesa. Hasta entonces, los habitantes de Esco habían vivido de la agricultura y ganadería. Las huertas estaban situadas en las riberas de los ríos Aragón y Esca: eran tierras muy ricas que se fertilizaban con las crecidas de los dos ríos. La parte de encima de la carretera se dedicaba al cultivo de cereal y viñas. Por otra parte, la zona más alta del término, se destinaba a los ganados, principalmente ovejas y vacas (conocidas por royas de la tierra) y algunas yeguas (…). El pantano anegó, pues, la tierra más productiva. Habría que ponerse en el lugar y la piel de estas personas, para poder entender sus sentimientos. La única solución que les ofrecieron fue la de comprarles sus casas y demás tierras y que emigraran a las grandes ciudades. Esta solución, que puede parecer justa, ha producido la mayor ruina para la zona. Se desalojaron tres pueblos, Esco, Tiermas y Ruesta, y se movilizaron unas 1.500 personas. Así pues todos, los exponentes de cultura tradicional, construcción, costumbres, fiestas, tradiciones,… Es decir, una forma de vida atesorada durante siglos, se vino abajo en unos pocos años. En Esco se siguió viviendo hasta la década de los setenta. Había escuela, a la que acudían, también, junto a los del pueblo, los últimos mocés y mocetas de Tiermas. Venían en el autobús de línea y se repartían a comer, entre las familias de los diferentes alumnos de la escuela. La escuela era mixta y asistíamos todos juntos desde los 4 a los 14 años. El último nacimiento acaecido en Esco, en aquellos años todavía no se acudía a hospitales, tuvo lugar en el año 1965, fue una niña, Marisa Sánchez, de casa Cantón. Los hermanos Guallar, que viven actualmente en Esco, Félix nació en 1963 y Baltasar y Evaristo nacieron ya en Ejea.
(FUENTE: http://www.deesco.org)