Si algo puede resultar más cautivador que contemplar un atardecer desde el corazón de la Ciudadela de Jaca es, sin duda, disfrutarlo al mismo tiempo que el relato del ocaso del Burnao. Un ambiente perfecto para rescatar del olvido la importancia que un día tuvo el Burgo Nuevo, extramuros de una próspera ciudad que florecía al paso de los peregrinos del Camino de Santiago, antes de un crepúsculo forzado que empujaría a sus gentes a buscar nuevas moradas. Unos hechos históricos, el necesario decaimiento del barrio del Burnao para propiciar la construcción del Castillo de San Pedro, a finales del siglo XVI, por los que Toño L’Hotellerie y Emilio Larruga conducen magistralmente al espectador en un espectáculo original, divertido y único.

Los atardeceres de la Ciudadela de Jaca no son como los demás
Las puestas de sol de la Ciudadela de Jaca no son como las demás. Cada atardecer, como si se tratara de un momento mágico, los fantasmas regresan del pasado más vivos que nunca, en la necesidad ineludible de pagar un tributo al olvido. Vuelve, imponente e impresionante, Tiburzio Spannocchi. La rudeza del capitán instruyendo al público en las artes militares de los Tercios Españoles contrasta con el empaque del arquitecto real, inmersos ambos -L’Hotellerie y Larruga, respectivamente-, en sus papeles con una interpretación abrumadora, en la penumbra de los rincones más escondidos de la fortaleza.

Y es que, sin duda, las piedras tienen memoria. Enfrentada la espadaña de la Ciudadela al Campanario de la Catedral de Jaca, en una conexión inevitable e infinita, condenadas a compartir un capítulo de la historia que no ha hecho nada más que empezar, arranca, atardecer tras atardecer, uno de los relatos más seductores y fascinantes que se conocen.
una apasionante historia al alcance de unos pocos
Los atardeceres en el Castillo de San Pedro conducen a una apasionante historia al alcance de unos pocos. El Espíritu de la Ciudadela introduce al espectador en ese legado histórico -que ya suma cinco siglos- y atrapa los sentidos desde el primer minuto. Es el propio Felipe II el que, entre esos mágicos ocasos, recibe al público en el Patio de Armas, donde cada rincón guarda un relato que contar. Y la bendita locura del maestre de campo Juan de Velasco el que lo despide, dejando en cada sesión al público con ganas de más. Un público -convertido en improvisado protagonista- que, temporada tras temporada repite para conocer las novedades del espectáculo.

Seis temporadas lleva en cartel La Memoria de la Piedra en la Ciudadela de Jaca. Las visitas teatralizadas de Toño L’Hotellerie y Emilio Larruga ya forman parte de la historia del Castillo de San Pedro. Una historia de la queda mucho por escribir…
Por Rebeca Ruiz









