Victorino López: «Lo mejor de ser voluntario es el grupo de amigos que hemos creado»

Es nombrar a Victorino (Vito) en Jaca y sobran las presentaciones. Victorino López es la viva representación del voluntario. Llegó a la ciudad desde su León natal a finales de los 80, previo paso por Ibiza, y se ha ganado a pulso el cariño de los jacetanos. Aquí formó su familia y aquí se ha convertido en toda una institución. Su vocación de servicio no tiene límites, hasta el punto de que ha creado escuela. El año pasado, el Ayuntamiento de Jaca reconoció en la Gala Local del Deporte su entrega desinteresada durante años. Todo es poco para Vito, aquel chaval de 18 años que llegó un día en el canfranero y que ya forma parte de la historia viva de Jaca.

Victorino López: "Lo mejor de ser voluntario es el grupo de amigos que hemos creado". (FOTO: Rebeca Ruiz)
Victorino López: «Lo mejor de ser voluntario es el grupo de amigos que hemos creado». (FOTO: Rebeca Ruiz)

Un chico que llegó de León hace 42 años… y ya no pudo marcharse de Jaca

«Victorino es un chico de León que vino a Jaca hace 42 años para un invierno… largo invierno desde entonces», Así se define uno de los vecinos más queridos de Jaca. Y no es para menos. Su vocación de servicio, su simpatía y su cariño han hecho que se metiera a los jacetanos en el bolsillo.

Victorino López tenía 18 años cuando llegó a la ciudad casi por casualidad. Tuvo que mirar en un mapa dónde estaba. Sus padres lo despidieron en la estación de Sahagún y se recorrió España para terminar en el canfranero. Temía dormirse -recuerda con cierta nostalgia- y recordó que su madre le había dicho que pidiera al revisor que le avisara cuando fuera llegando, primero a Zaragoza, y después a la perla del Pirineo.

«Cuando llegué a la estación de Jaca, llovía como no está en los escritos». Hace 42 años de aquello…

«Cuando llegué a la estación de Jaca, llovía como no está en los escritos. Andando desde la estación no me encontré a nadie hasta el Palacio de Congresos. Me crucé con un barrendero y le pregunté cómo llegar a la calle Serrenal, 25, a casa de Ramón Valle».

Lo recuerda como si fuera ayer. Casi se le cae el alma a los pies cuando aquel hombre le dijo que esa calle no existía en Jaca y ahí estuvo a punto de terminar la aventura. Le indicó como llegar a la calle Ferrenal, que era lo más parecido. Y, afortunadamente, y sin tenerlas todas consigo, acertó.

Vito venía a trabajar a Astún. Su jefe de entonces, un empresario que tenía negocios hosteleros en Baleares en los que Victorino hacía con su hermano la temporada de verano, acudía a esquiar cada invierno al Pirineo. Fue el que le buscó el trabajo.

De aquello hace más de cuatro décadas, una familia a la que adora -su mujer Loli Pérez y sus hijos Emma y Martín- y toda una vida entregada a la ciudad. «Soy ya más de Jaca que de León», explica. No hay duda. De hecho, su mujer no bromea cuando hoy le dice que «resulta que soy yo la de aquí de siempre, de familia jacetana, y cuando voy por la calle me conocen como la mujer de Victorino…»

Después de un pequeño paréntesis y de la mili, Victorino trabajó en el Mesón Ramón de Jaca desde 1984 hasta 1988, cuando inició su relación laboral con El Mesón de Castiello. Se casó en 1995 y tomó el relevo en 1997 a su suegro al frente de la tienda de comestibles familiar, un colmado de los de Jaca de toda la vida en la calle Echegaray.

Victorino López: "Lo mejor de ser voluntario es el grupo de amigos que hemos creado". (FOTO: Rebeca Ruiz)

Comprometido con el voluntariado desde 1995

Fue coincidiendo con la Universiada de 1995 cuando Victorino López tomó contacto por primera vez con el voluntariado, en la vieja pista de hielo, que desapareció en 2016. Sin embargo, una lesión en una rodilla le impidió volcarse con el evento.

«En 2007 sí que estuve ya en el FOJE. Pero antes, en 2001, Juan Manuel Ramón -exalcalde de Jaca y en aquel momento concejal delegado del Festival Folklórico de los Pirineos- creó una comisión de voluntarios. Aquella fue la prueba de fuego», recuerda Vito.

Este jacetano de adopción, que tiene el corazón partido entre las tierras leonesas que le vieron nacer y la ciudad que tanto le ha dado, sonríe cuando le dicen que tiene que tener el Guinness de chaquetas y camisetas de otros, en referencia a todos los eventos en los que ha participado. Porque, a lo largo de todos estos años, no sólo ha sido fundamental su trabajo en Jaca, sino que se ha hecho indispensable en todo el territorio.

La Canfranc Canfranc, un evento muy especial para el voluntario

Aunque en todos los eventos en los que ha participado -que son incontables, desde partidos de hockey hielo, hasta campeonatos deportivos, festivales, actividades culturales o solidarias… hasta la famosa Quebrantahuesos- lo ha hecho con la misma ilusión, no puede dejar de mencionar la Canfranc-Canfranc.

«Llegué tarde, hace unos años. Pero la Canfranc Canfranc engancha. Por la dureza, porque es en la que más se convive, estás en un sitio muy hostil, donde puedes tener problemas… Eso lo hace especial. Y no lo digo yo, lo dicen todos los voluntarios. Y los corredores, que nos buscan para hacerse una foto con nuestro disfraz de Yeti y que ya nos conocen por los huevos fritos que hace Cándido Sáez…», asegura. Repiten todos año tras año. A pesar de perder la posibilidad de batir el récord de la prueba, sobre lo que se podría contar de más de una anécdota… Pero eso es otra historia.

Por supuesto, el Festival de Jaca también lo es. O en los últimos años, la carrera solidaria Jaca lucha contra Duchenne. O tantos otros acontecimientos que no hubieran sido posibles si no llega a ser por la figura del voluntario, cuyo máximo exponente en Jaca hoy por hoy, a cualquiera que se le pregunte, es Vito. Toda la ciudad tiene su teléfono en la agenda. Y el jacetano que no lo tiene, apenas tarda un minuto en conseguirlo.

El grupo de voluntarios de Victorino

La experiencia es un grado y, después de haber vivido cientos de anécdotas, si algo ha aprendido Victorino es que la organización es fundamental para el éxito de cualquier evento. Por eso ha decidido dar un paso más y, como un referente que es en el mundo del voluntariado jacetano, acaba de crear un grupo con más de 30 personas dispuestas, como él, a ponerse al servicio de lo que la ciudad lo requiera. Así, ejerce de coordinador -también de forma voluntaria, aquí todo es trabajo y altruismo-, con la idea de que siempre haya alguien disponible para ayudar en lo que sea.

Vito sabe que para ser un buen voluntario hay que «tener muchas ganas» y estar dispuesto «a perder mucho tiempo», algo para lo que no vale todo el mundo. Y además, hay que tener empatía y mucha paciencia, «y saber contar hasta diez».

No es tarea fácil. Sin embargo, todo el esfuerzo se ve recompensado con el mínimo gesto de agradecimiento por parte de quien recibe la ayuda, «esos detalles» que a veces pasan desapercibidos -una sonrisa, una mirada, una palabra,…- con los que el voluntario «se da por pagado».

«Yo creo que tengo más ratos buenos que malos; y eso lo vale todo. Eso, y el grupo de voluntarios que hemos logrado crear», señala Victorino López, mientras piensa cómo cuadrar el próximo evento del calendario con las vacaciones que aún tiene pendientes en su trabajo.

Por Rebeca Ruiz

ÚLTIMAS NOTICIAS: