Como nacido (aunque no residente) en Jaca, se podría considerar casi ofensivo que no hubiera conocido en primera persona el Festival Folklórico de los Pirineos. Hasta ahora. Y qué mejor forma de conocerlo que siendo parte de la prensa local. Pero este reportaje dista mucho de ser objetivo, ya que paso a transcribir mis impresiones sobre esta celebración.
Aunque no resida aquí, he paseado unas cuantas veces por las calles de Jaca. El Paseo de Invierno, cada vez menos frío. La siempre animada Calle Mayor. Poco tienen que ver las estampas que asociaba con la Jaca de mi infancia en comparación con el ambiente del que he sido testigo los últimos días.
La primera sorpresa me llegó hoy al pasar por la Plaza Cortes de Aragón. En este rincón habitualmente tranquilo hoy me he topado con el grupo BumbinOrn de Kalmukia. Ya había sido testigo el pasado miércoles de su interpretación espectacular. Sin embargo, a la luz de la tarde y rodeados de un público igual de asombrado que yo, sus piruetas vertiginosas y su sonido exótico se apreciaban de otra forma. Después de cada vuelta acrobática en el aire, los bailarines aterrizaban con una pose elegante. Casi hacían que sus proezas parecieran fáciles de emular.
Ya en la Calle Mayor tuve que hacerme a un lado para inmortalizar con mi cámara al grupo Somos Cultura Viva de Ecuador. Su danza vistosa y sus ritmos animados no tardaron en atraer a una multitud. La percusión y las flautas de pan creaban la atmósfera ideal para que los bailarines ofrecieran una actuación mágica a todos los presentes. Los movimientos enérgicos acompañados con los trajes coloridos, los juegos y la complicidad en las miradas… No es de extrañar que uno de los bailes culminara con un beso furtivo de los intérpretes.
Siempre había visto en Jaca un lugar agradable y tranquilo. Con el bullicio propio de un municipio pequeño, que le da un aire animado y encantador sin llegar a ser agobiante. Hoy he visto que hasta en el rincón más apacible, hay sitio para danzas espectaculares y ritmos frenéticos. No me cuesta entender el cariño y la ilusión que despierta el Festival Folklórico de los Pirineos y la devoción que causa. Y tampoco me sorprende que en su 50ª edición siga entusiasmando igual que antaño.
Por Javier Vaquerizo García de Viedma
