Desde Castiello a Bogotá, pasando por Salinas de Jaca: el legado de un nombre

IMG_4409por Rebeca Ruiz

El Pirineo no es sólo montaña. Es eso y mucho más. En esta tierra de contrastes, en estos rincones majestuosos, en estos lugares mágicos donde los haya, la tradición y la historia han sido las herramientas que han forjado el carácter de las gentes del Alto Aragón. Unos pueblos con una historia propia, única, en muchas ocasiones olvidada y no por ello menos importante. Con orígenes dispares, pero tan auténticos como sus pobladores, los nombres vinculados a Jaca nos transportan a un pasado en el que esta denominación se ha mantenido, en muchos casos, más allá de la supervivencia de los propios enclaves a los que identifica, desafiando el paso de los siglos y haciendo que perdure el verdadero origen de los pueblos. La toponimia de la Jacetania es casi tan rica como su diversidad y sus contrastes.
Se dice de Jaca que ya en tiempos de los griegos era citada por los historiadores como un pueblo que se extendía desde Navarra hasta Lérida, y desde Francia hasta Huesca. Iaca o Iacca era la capital de los iacetanos, los pobladores de esta parte de la Península, un topónimo que se ha mantenido prácticamente inalterable con el paso de los siglos, otorgándole una fuerza y una identidad propia a un territorio que aún hoy conserva vestigios de la grandeza y la importancia que tuvo en otra época a través de muchos lugares que conservan este “apellido”. De hecho, hay quien defiende que el término Iaccetania, derivado de Iaca, presenta múltiples similitudes con Aquitania, pueblos ambos que a pesar de la frontera natural de los Pirineos comparten ciertas características; teoría que demuestra que la importancia de Jaca y sus primeros pobladores iba más allá de la Península Ibérica.
No sólo se ha conservado esta relevancia estratégica en los libros de historia. A lo largo y ancho de la parte alta de Aragón se pueden encontrar numerosos pueblos que siguen manteniendo el nombre de Jaca en sus denominaciones, con orígenes muy peculiares y dispares, pero con algo en común: la reminiscencia de esa importancia que una vez tuvo Jaca como punto clave geográfico, social, estratégico y de desarrollo económico. No hay que pasar por alto que Jaca fue la primera capital del Reino de Aragón, con todo lo que ello suponía para los territorios adscritos a su gobierno.
Hoy seguimos encontrando en el Prepirineo y el Pirineo Aragonés pueblos que conservan el apellido “de Jaca”. Castiello de Jaca debe su nombre a un antiguo castillo, que fue la primera torre de señales en la época tardorromana construida para defender le Somport, fortaleza heredada por los visigodos y línea fronteriza con el mundo musulmán. Ni qué decir tiene la importancia que para la zona tenía este enclave estratégico.
El Pueyo de Jaca, hoy perteneciente a la comarca del Alto Gállego, se cita por primera vez en un documento en el siglo XIV, y llegó a ser capitalidad administrativa del Valle de Tena. Su caso es curioso, porque durante muchos años fue conocido como Pueyo, incorporándose a partir de 1857 el topónimo actual, quizá como reminiscencia del Pueyo antiguo desaparecido y que una vez, ese sí, perteneció a Iacca. El Pueyo de Jaca está situado en la cola del pantano de Búbal, y su nombre significa “lugar en lo alto, atalaya”.
También en el Alto Gállego se encuentra Hoz de Jaca, de origen incierto, pero cuyo nombre ya aparece documentado por primera vez en 1602.
Sieso de Jaca conserva, asimismo, el mismo topónimo. Ubicado en el Alto Gállego, este núcleo ha experimentado una historia peculiar. Despoblado desde 1965, ha habido dos intentos de recuperación, uno fallido en los años 80 y otro en 2005, movimiento a través del cual hoy habitan en el pueblo unas 25 personas, trabajando por su restauración y su repoblación sostenible. Casbas de Jaca, aunque hoy desaparecido, tuvo asimismo una importancia notable en otra época.
Seguimos en el Alto Gállego. Allí se encuentra Piedrafita de Jaca. Piedrafita está relacionado directamente con “piedra hita” (piedra pequeña). Una referencia a su situación geográfica, quizá una señal en el camino.
Ya en la Jacetania descubrimos Puente la Reina de Jaca, que debe su nombre al puente medieval sobre el río Aragón que existe en este punto. También con una historia curiosa, ya que fue precisamente su localización lo que dio lugar al núcleo, que nació a partir de un cruce de caminos: la comunicación con el resto de Aragón, la vía de acceso a Francia, el acceso natural al Valle de Hecho y el Camino de Santiago. Punto vital para el desarrollo de civilizaciones.
Santa Engracia de Jaca es otro de los municipios que ya existía con esta misma denominación en 1279. Su nombre se debe, fundamentalmente, a su relación con la nobleza y con la iglesia. Fue señorío secular hasta el siglo XIX, y en la época las relaciones de iglesia y poder eran evidentes. De ahí su posible relación con lo que durante siglos fue el punto neurálgico de esta parte de la Península Ibérica.
Para terminar con este repaso por la toponimia local queda Salinas de Jaca, quizá el pueblo más alejado que aún conserva en su denominación este nexo con la Jacetania. Localizado en La Hoya de Huesca, la localidad cuenta con 1.000 años de historia, estando documentada en tiempos del rey Ramiro I de Aragón. Su nombre procede del descubrimiento de un pozo de agua salada del que se abastecía el monasterio de Ruesta. Reyes, nobles y enclaves monásticos daban mucha importancia a la sal en la Edad Media, y de ahí nuevamente surge vinculación a Jaca. El pueblo nuevo, construido a partir de los años 40 como consecuencia de unos corrimientos de tierra, conservó la denominación original.
Pero no sólo ha sobrevivido el topónimo en el Alto Aragón. Como curiosidad, cabe decir que en Bogotá, en Colombia, existe el río Don Jaca o la Quebrada Don Jaca. También en la Santa Marta colombiana aparece un lugar llamado Caserío Don Jaca o Playa Don Jaca. ¿Casualidad o algo más? Lo que está claro es que Jaca, o Iacca, es mucho más que un nombre.