El lago del Balneario de Panticosa es, esta semana, el escenario para la realización unas prácticas de los buzos de la Armada Española en condiciones extremas de aguas frías, a través de un programa centrado en inmersiones que contempla, además, la realización de trabajos submarinos, simulacros de procedimientos de emergencia y escenarios con diversas incidencias relativas a hipotermia y accidentes de buceo.
El objetivo es que los buceadores de la Armada puedan alcanzar el nivel máximo de preparación para enfrentarse con éxito a cualquier situación de emergencia en su medio. O para incorporarse al buque Hespérides, apoyando la investigación en la Antártida, entre otras importantes misiones.

Las condiciones idóneas de Panticosa para los cursos de formación de los buzos de la Armada
El Teniente de Navío Juan Moreno Zamora es el tutor de los cursos de las especialidades complementarias de Tecnología del Buceo para oficiales de la Armada y de Buzo para suboficiales de la Armada, y de Aptitud Buzo para militares de marinería y tropa de la Armada. Para la fase de aguas frías contemplada en esta formación, «Panticosa reúne todos los requisitos» como entorno idóneo para estos ejercicios, explica el oficial.
«En Cartagena, donde está la base de la Escuela Militar de Buceo-, tenemos un simulador de aguas frías para comenzar a hacer los adiestramientos y prácticas antes de venir aquí, donde completamos el programa en el lago de Panticosa. Aquí exponemos a los buceadores a una situación de estrés, debido a sus particulares condiciones meteorológicas. Y podemos practicar ejercicios de salvamento y rescate, y otros trabajos submarinos que podrán servirles en el futuro, una vez termine el curso, por ejemplo, en las unidades en las que embarquen, entre las que se encuentran el Hespérides y las campañas antárticas».
En este caso concreto, son estas prácticas, en condiciones extremas, las que permiten posteriormente a los buzos de la Armada poder realizar las inmersiones que requieran los biólogos bajo el hielo en la Antártida.

Más de una década de ejercicios de buceo de la Armada Española en las aguas del Balneario de Panticosa
Hace ya más de una década que estas prácticas de buceo de la Armada se desarrollan en el lago del Balneario de Panticosa. Lo habitual es que haya que romper el hielo para que los buceadores puedan sumergirse y simular una situación lo más desfavorable posible, algo que no ha sucedido este año porque los termómetros están altos y porque los cursos han tenido que retrasarse en el calendario. Aún así, aunque la temperatura del agua del lago puede rondar los 3 grados, la sensación térmica a la que se someten los buceadores es de valores bajo cero.

Los cursos de la Armada tampoco han escapado a las consecuencias del COVID. Por eso, en esta ocasión, son más reducidos, cumpliendo con la normativa sanitaria vigente. Este año, la expedición que participa en los cursos está formada por 13 alumnos y 7 profesores, entre los que se encuentra personal sanitario. Su labor en fundamental, ya que garantiza una capacidad de reacción máxima y la atención in situ ante «cualquier accidente de buceo o ante cualquier síntoma de hipotermia, que es el que podríamos encontrar sobre todo en este tipo de escenario», añade el Teniente de Navío Moreno.
Así, y debido a las medidas COVID, hasta el Balneario de Panticosa se ha desplazado el mínimo personal imprescindible. Una circunstancia muy diferente a años anteriores. «Solemos coincidir con un equipo de buceo de la US Navy, que viene desde Rota, y con el Equipo Operativo de Buceo del Centro de Buceo de la Armada (CBA), pero este año hemos venido solos», apunta el oficial de la Armada.
Más de 20 kilos de equipo en cada inmersión
El equipo que lleva cada uno de los buceadores que estos días se sumergen en las aguas heladas de Panticosa tiene unas características especiales. «Se meten en el lago con trajes secos y con suministro de superficie ligero. Básicamente, lo que buscamos es que no estén en contacto directo con el agua, que tengan una estanqueidad completa y que puedan realizar trabajos submarinos en unas temperaturas frías, pero evitando en todo momento los síntomas de hipotermia que inhabilitarían a los buzos para realizar su trabajo», señala Moreno.
Uno de los ejercicios que se realizan en el lago es la simulación de búsquedas para salvamento y rescate, alcanzando una profundidad de inmersión de hasta 15 metros. En cada inmersión, los buceadores están en el agua entre 20 y 25 minutos. Con estas prácticas, se garantiza la preparación de los profesionales para situaciones extremas en la vida real. Cada especialista lleva un equipamiento que pesa unos 20 kilos (casi la mitad, en un cinturón de plomos).

Las importancia de las comunicaciones y el lenguaje con signos y tirones
En la botella que utilizan los buceadores hay aire, si bien es cierto que, en otras profundidades, deben acostumbrarse a trabajar también con otras mezclas más o menos oxigenadas, en función de la situación. El aire les llega a través de los umbilicales -una especie de cable amarillo que mantiene en todo momento conectado al buzo con el exterior y que le permite respirar desde las botellas de la superficie-. Además, en su espalda llevan otras botellas para casos de emergencia, si fallara la batería principal. En esa situación, el buceador tendría tiempo suficiente para «abortar inmersión» y alcanzar la superficie del lago.

riesgos controlados en aguas frías y condiciones extremas
«Lo más peligroso aquí es enfrentarnos a una posible hipotermia -continúa el tutor de los cursos-, ya que, debido a las profundidades del lago, que no deberían superar los 18 metros, el escenario menos probable es que se produzca un accidente de buceo». En ese caso, «están preparadas las tiendas con calefactores y los refugios listos» para poder atender en el mínimo tiempo posible a los buceadores.
No obstante, para garantizar la seguridad de los participantes en el curso, se cuenta con un estudiado y complejo plan sanitario y de salvamento que incluye la evacuación al Hospital Militar de Zaragoza. Por eso, el programa que se sigue en este tipo de actividades está diseñado al milímetro, para evitar cualquier tipo de situación que pudiera derivar en un problema mucho más grave.


En el desarrollo de este tipo de buceo -y, como no podía ser de otra manera, en estas prácticas- son fundamentales las comunicaciones. Aunque los sistemas son muy avanzados, «siempre hay alternativas», como explican los oficiales responsables de los cursos. Por eso, los buceadores manejan un lenguaje que les permite comunicarse entre ellos o con sus compañeros de la superficie basado en gestos y tirones de la cuerda que les une a ellos. «Algo muy útil en espacios confinados, como puede ser bajo el hielo», aseguran. Del mismo modo, el control del tiempo es de vital importancia.

Preparados para responder in situ y tener bajo control cualquier situación de peligro
Gracias a ello, nunca se ha registrado un accidente de consideración desde que la Armada realiza sus prácticas de buceo en el Balneario de Panticosa. «Alguna vez hemos tenido que atender algún pequeño síntoma de hipotermia, debido a la pérdida de estanqueidad del equipo localizada. Pero nada que no hayamos podido resolver aquí», explica el Teniente Coronel Médico Ángel Pujante. Junto a una oficial enfermera, Pujante es el responsable de la supervisión médica de la actividad.
«Por el tipo de inmersión, la profundidad, el tiempo que están bajo el agua o el equipo que utilizan, el riesgo específico de la actividad de buceo con equipo es muy pequeño. En cualquier caso, está activada la cámara hiperbárica del Hospital Militar de Zaragoza», explica el oficial médico. Y el tiempo previsto para la evacuación entra dentro de lo «que se considera aceptable para el traslado de un paciente con esas características». Un riesgo que -insiste Pujante- «es muy cercano a cero» en las estadísticas.

Las prácticas en aguas frías, parte de una exigente formación
No es fácil formar parte del equipo de especialistas que participa en los cursos de la Armada en el lago de Panticosa. La preparación de un alumno con una alta cualificación como buceador se desarrolla a lo largo de un año, previa superación de «una prueba de selección física y médica muy exigente», recuerda el médico. «Luego, tras una progresión en el mundo del buceo -en cuanto a conocimiento, manejo y dominio de distintos equipos y con una formación teórica exhaustiva-, y cuando se logra una experiencia amplia y tras un nivel de capacitación también muy exigente», es cuando el alumno está preparado para desenvolverse en este tipo de condiciones extremas.
En esta ocasión, el equipo médico que forma parte de los cursos de buceo que se desarrollan en el lago de Panticosa está llevando a cabo un estudio sobre una patología que se llama edema pulmonar de inmersión, entre cuyos factores desencadenantes se encuentra el frío. Por eso, aparte de los controles habituales, los alumnos se someten a una prueba ecográfica de tórax que tiene como objetivo intentar detectar la presencia de un exceso de líquido pulmonar en el buceador.

La Escuela Militar de Buceo (EMB) de la Armada
La Escuela Militar de Buceo de la Armada tiene sus antecedentes en las primeras escuelas de buceo que, en 1787, ordenó crear el rey Carlos III. Sin embargo, el empleo de buceadores en la Armada se remonta a la segunda mitad del siglo XV, en la que se dotó a los navíos españoles de buzos que, a pleno pulmón, se encargaban de reparar los daños que producían los temporales o las encalladuras en los barcos, así como de recuperar material como anclas, artillería o cargamentos. Unas prácticas que distan mucho del actuales. Hoy, los buceadores trabajan con equipos y sistemas muy avanzados, preparados para garantizar el éxito de las misiones que se les encomienda.
El centro militar prepara, actualmente, a unas 500 personas al año para trabajar en ambientes submarinos. Desde 1970, la EMB, en sus instalaciones de la Estación Naval de La Algameca (Cartagena), ha formado a más de 13.000 buzos, buceadores y otro personal de sanidad y apoyo al buceo, tanto español como extranjero. No solo de la Armada, sino también procedente de otros ejércitos y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, e, incluso, de la población civil.
En la actualidad, las misiones de los buceadores de la Armada se encuadran en distintos sectores. Entre ellos, salvamento y rescate de submarinos siniestrados; apoyo a buques para inspección, mantenimiento y reparaciones a flote; o desactivación de artefactos explosivos submarinos. También abordan cometidos de Guerra Naval Especial; búsqueda, salvamento y rescate subacuáticos como consecuencia de accidentes o naufragios y protección de otros compañeros.
Por Rebeca Ruiz
FOTOS: Javier del Pueyo/Rebeca Ruiz
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