¡Salimos a la montaña! El Valle del Aragón. Descripción sucinta para viajeros

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Por Francisco López Saura, autor del libro ‘Pasión por la montaña’

Como una raíz nerviosa cuyas terminaciones se extienden de manera sinuosa por la geografía del valle (que diría Cajal), aparecen innumerables lugares importantes para el viajero, sean las altas cumbres (Aspe, Bozo, Moleta, Collarada…) o los sencillos senderos que conducen a lugares únicos e imprescindibles.

La ruta parte de Jaca, núcleo más importante de esta vertiente del pirineo, desde muchos años atrás, con un patrimonio monumental de valor incalculable (Catedral de san Pedro y su museo Diocesano, Casa Consistorial, Torre de la Cárcel, Iglesia del Carmen, Iglesia de Santiago, Puente de San Miguel, Ciudadela, Rapitán, el Modernismo Jaqués y un largo etcétera que atesora, además, la calidad de su gente y el paso de miles de peregrinos (esto último lo considero un tema de vital importancia para la economía del valle y de Jaca; creo que hay que cuidarlo y mejorarlo en la medida de lo posible, aunque esta es una opinión personal).

Jaca se encuentra arropada por el sur, por la Peña Oroel, montaña emblemática de la ciudad y queridísima por sus habitantes, con una subida que no es difícil, pero sí exigente, pues no da descanso hasta el collado de las Neveras.

2Partimos hacia el norte y, aunque, soy consciente de dejarme cosas (hay tantas…), pararemos en Castiello (antes hemos dejado atrás Bergosa, un lugar precioso que se resiste al olvido), primera población que nos encontramos, con su iglesia románica del siglo XII (San Miguel Arcángel) y con acceso a la Garcipollera, Villanovilla y, por supuesto, Santa María de Iguácel, joya del siglo XI. Seguimos nuestra ruta dirección Villanúa, pero, antes de llegar, otros lugares reclaman nuestra atención: Aratorés, con su magnífica visual; Borau, con la ermita de san Adrián de Sasabe (se asegura que allí se guardó un tiempo el Santo Grial); y Aísa, desde la que debemos acercarnos al Rigüelo, por una preciosa carretera de montaña (cascada de Sibiscal) que nos deja, a escasos 15 minutos andando, de un circo de alta montaña con infinitas posibilidades (Aspe, Bozo, Lecherín…). Hacia el sur, el viajero se encontrará con Esposa y Sinués (iglesia Gótica).

Volvemos por nuestros pasos hacia Villanúa. La oferta de posibilidades aquí es muy amplia y recomendable: El Juncaral, la Fuente del Paco, La Espata, la Cueva de las Güixas y, por supuesto, Collarada, cumbre emblemática del valle que, con sus 2.886 metros, es meta codiciada por muchos montañeros. El valle se encajona formando un paso que nos hace sentir la verticalidad de sus montañas y que alberga a Canfranc Pueblo -en 1944 un devastador incendio asoló la población-. Desde aquí, parten numerosas rutas de montaña: Gabardito, Aguaré, Ibón de Ip…

Seguimos valle arriba, rebasamos la Torreta de Fusileros, construida en 1878 junto con otra similar que se tuvo que derruir en 1910 para construir la Estación Internacional de Canfranc, elemento arquitectónico de primera magnitud que tuvo una efímera importancia desde su inauguración el 18 de Julio de 1928 y su cierre en 1970, y que después de años de total abandono empieza tímidamente a ser rehabilitada.

Yo pienso que la Estación, junto con las instalaciones del carretón -funicular que subía a la estación superior del monte Larrún y conectaba con la pista al Ibón de Ip, para realizar los trabajos sobre la presa del Ibón- podrían ser un acicate para la economía del valle. El deterioro ecológico ya está hecho y solamente el abandono de materiales e infraestructuras dañan más que una buena utilización de los recursos, lógicamente, evitando la intercesión de especuladores y oportunistas que no aportarían nada a la economía local. Pero ésta vuelve a ser una opinión particular y me temo que me meto en un terreno difícil.

El valle se abre con decisión, la alta montaña está cerca, se respira en el paisaje. Dejamos el Paseo de los Melancólicos y el Paseo de los Ayerbe, que fueron una herencia del ferrocarril, y contemplamos el Coll de Ladrones, punto de entrada de la Canal de Izas, que comunica el valle del Aragón con el de Tena -excursión recomendable-; un poco más arriba, la Canal Roya hace lo mismo, comunicar el valle del Aragón con el de Tena, pasando por el pico Anayet y sus ibones, Pirineos en todo su esplendor.

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Rioseta y su circo nos impacta con su imagen rotunda y vertical, con el Pico del Águila y el Aspe, la carretera es un balcón de paisajes infinitos que nos envuelve con la grandiosidad de sus montañas; aparece Candanchú -la estación de esquí pionera de España y que albergaba la Compañía de Esquiadores Escaladores perteneciente a la Escuela Militar de Montaña con sede en Jaca y a la que tuve el orgullo de pertenecer- una postal de cumbres y montañas siempre apetecibles de explorar y subir, y, al frente, Astún, donde nace el río que da nombre al valle y a toda la comunidad autónoma, cuyas cumbres linderan la frontera con Francia, ya a un paso. A la derecha de Astún, según subimos, veremos La Raca, pico que, según los habitantes del lugar, se utiliza como barómetro de la zona.

Llegamos ya al final. Estamos en Somport, Summus Portus para los romanos, que realizaron en su época una fenomenal calzada para unir la Galia con Hispania, pasado el tiempo, y que en la edad media supuso un paso fundamental en la comunicación, el comercio y el peregrinaje.