por Juan José Mairal
Se quiera o no, estamos absorbidos y casi embrujados por la pantalla del móvil o Smartphone. Seamos mayores, jóvenes, adolescentes o niños nuestra vida gira y gira en torno a una pantalla de móvil. A una pantalla de apenas cinco o seis pulgadas que nos hace girar nuestra atención y nuestros ojos cientos de veces a lo largo del día. Y la pregunta se ve venir: ¿Es esto bueno para nosotros y para la sociedad? Unos dirán que hoy día sin móvil somos como una fregona sin palo, otros dirán que es imprescindible para la vida social y cotidiana o para la empresa y las relaciones sociales, otros en cambio apelarán a la sociedad introvertida y engañosa que se está creando a base de redes sociales y poco más… El tema se las trae.
La realidad es que viendo la calle, el día a día y lo que se avecina es cierto e irrefutable que la gente nos movemos al son de los pantallazos, de las imágenes y los vídeos del móvil, los sonidos del whatsapeo, de los mensajes continuos y las conversaciones instantáneas a través del móvil, del inoportuno se acaba la batería, de la música infernal en nuestra orejas,… Cada vez se oyen menos esas charlas de antes en la calle, esas charradas entre personas, esos coloquios largos y distendidos, esos paseos comentando nuestras cosillas. Ahora todo es volver nuestra mirada al móvil, informarnos a través de él, comunicarnos con mensajes, textos o iconos o emoticonos inmediatos. Y esto, ¿Adónde nos lleva?
En principio, a sufrir y desesperarnos si nos dejamos el móvil en casa como si de una pierna se tratara, a llevar nuestro móvil a todas la situaciones y actuaciones posibles, a depender de él de manera obsesiva como si fuera él el que controla toda nuestra rutina diaria y nuestra vida presente, pasada y futura, a estar en familia como si de mudos y sordos se tratase, ya que todos estamos mirándolo y remirándolo aunque nada entre o suene en su pantalla… Y, en definitiva a depender desde la mañana a la tarde de este aparatito tan bonito pero tan cruel y creo, malicioso.
La pantallita de las narices nos está absorbiendo el coco, nos está variando nuestras relaciones personales, familiares y sociales. Somos dependientes del móvil, queramos o no, y si no lo somos… somos raros. Así está el panorama y esto es lo que hay.