Llega la celebración de San Antón a la Comarca de la Jacetania, y con ella, las tradiciones más arraigadas en los pueblos. Es el caso, por ejemplo, de Jaca, que, hace unas horas, volvía a celebrar la obligada bendición de los animales al terminar la misa de doce, en la misa de la Catedral. Una celebración religiosa en la que se ha podido ver, de manera extraordinaria, numerosos perros acompañados de sus dueños siguiendo los oficios en el interior de la seo. Sobre las 12.40 horas tenía lugar la bendición por parte del párroco de la Catedral, Miguel Domecq, a los animales, en el día de su patrón.
No es la única tradición que se celebra en el territorio comarcal con motivo de la festividad de San Antón. La localidad de Ansó forma parte de esos lugares casi mágicos del Pirineo Aragonés que conservan costumbres muy arraigadas, desde tiempos ancestrales, en muchos casos, y una de esas tradiciones gira en torno a la fiesta de San Antón y San Sebastián.
Se trata de celebraciones relacionadas con la purificación y la protección de los animales, las cosechas y, en definitiva, los habitantes de los valles pirenaicos, ritos muy arraigados, peculiares y que se han convertido en un símbolo de la cultura de estas montañas. En Ansó, por San Antón, sus habitantes siguen saliendo a las calles con grandes cencerros y esquilas como las que llevaba el ganado antiguamente, haciendo mucho ruido.
Este martes ya se recorrían todos los rincones ansotanos, y sus vecinos lo volverán a hacer esta tarde, hasta las doce (la víspera de San Antón y el día de la fiesta). En el caso de Ansó, las esquilas se conocen como cañones y se hacen tronar por todo el pueblo en un guiño a los ganaderos y a los hombres del campo que, durante siglos, han mantenido viva la economía del Valle de Ansó, en plena montaña, con el esfuerzo y la entrega que requiere una actividad de este tipo en un territorio con una orografía y unas condiciones tan particulares como el Pirineo.
Este año no habrá hoguera, ya que se traslada al próximo sábado, fiesta de San Sebastián, coincidiendo además con la celebración del Carnaval Biarnés y la llegada de Sent Pançard para esconderse en Ansó desde el otro lado del Pirineo.
