
Hay lugares de esos remotos donde es más difícil perderse que encontrarse, y donde, hasta hace bien poco, vivir una aventura al lado de casa era sinónimo de descubrir un rincón totalmente diferente y oculto entre uno de los laberintos kársticos que hacen único al Parque Natural de los Valles Occidentales. Así, en el paisaje ganadero del término municipal de Borau, podemos encontrar este secreto helado llamado la Gruta Helada de Lecherines.
La cueva helada de los Lecherines se sitúa a más de 2.000 metros de altura
La cueva helada de los Lecherines se sitúa a más de 2.000 metros de altura, y es una cavidad kárstica de grandes dimensiones que nos brinda un espectacular escaparate helado únicamente durante dos o tres semanas al año, dependiendo de las condiciones climáticas de cada primavera.
Entre abril y mayo, los días comienzan a ser calurosos, y damos por fin la bienvenida a la primavera. No solo nosotros, sino que las prímulas y las hepáticas de los pinares que cubren las faldas de estas montañas también aprovechan las horas de luz y calor, en notable aumento, para hacerse las dueñas de esas alfombras de sotobosque.
Así, la comunidad del bosque y el sotobosque da pie a la floración de las innumerables orquídeas que nos regalan un mundo de sensaciones. Un espectáculo de color y de formación, al igual que alcanzar este rincón del que me gustaría hablar en este primer artículo de divulgación y fotografía.

En la gruta helada de Lecherines el espectáculo está garantizado
Cada año es diferente. Pero, cada año, la visita a la cueva es obligada. Disfrutar del silencio de este lugar y acertar con esos días en los que la nieve se derrite durante el día y vuelve a su estado solido durante la noche, formando multitud de formaciones como estalactitas, estalagmitas o cortinas de hielo. Un hielo efímero que sirve de buena metáfora para el momento que vivimos. Mires a donde mires, el espectáculo está garantizado con la luz tenue que se cuela por la gran entrada a la misma.
No es una ruta sencilla, ni mucho menos. Es un recorrido de alta montaña y de exigente desnivel, independientemente del lugar donde inicies la aventura. Borau, Canfranc Estación o Canfranc Pueblo son algunos de los lugares desde donde podemos comenzar esta ruta, para la que debemos estar preparados físicamente y disponer del material técnico necesario. Y, por supuesto saber utilizarlo. Cada día es diferente y las condiciones de la última parte del recorrido son muy cambiantes. Pero siempre es obligado el prestar atención a cada paso, y en el interior de la cueva, a por dónde se puede caminar, siempre sobre una gruesa capa de hielo de resbaladiza respuesta.

Lecherines, la cueva escondida
Recuerdo la primera vez que subí a la gruta helada de Lecherines desde la localidad de Canfranc, en un día largo de campamentos con pernocta incluida en el refugio López Huici, hace 17 años ya. Una ruta que siempre me fascina, regresando después por el famoso y vertiginoso Paso del Sarrio. Entonces no era tan sencillo seguir un track… Y rincones como este estaban acompañados de la posibilidad de no encontrarlo. Porque, es cierto: la cueva helada no la ves hasta que te encuentras bien pegado a su puerta, como si el llegar hasta allí fuese una importante prueba de respeto y de fortaleza física.
El pasado fin de semana, permanecí una hora y media en el interior de la cueva, disfrutando del silencio y la luz, del frío y del contraste al salir al exterior. Y me llamó la atención la cantidad de personas que llegaron hasta allí durante la mañana. Grupos bien preparados, y grupos que posiblemente disfrutaban de su primera incursión en entornos de alta montaña como este.
LUGARES MÁGICOS, PERO TAMBIÉN DELICADOS. Todos tenemos derecho a disfrutar de entornos como este. Mágicos, pero también delicados. Todos deberíamos tener la obligación de conocerlos y conocernos más al detalle, para que nuestras visitas sean siempre en simbiosis perfecta con el medio. Tras bajar de la cueva, y como en otras muchas ocasiones, el pasado fin de semana recogí varios envoltorios de comidas energéticas. Y los pequeños treparriscos, recién llegados de más al sur, se llevaron un susto de muerte con el fuerte sonido del helicóptero, que se vio obligado a rescatar a una persona accidentada en la misma ruta que nos lleva a esta ciudad helada que conocemos como gruta de Lecherines.
«Como guía de naturaleza, una de las reflexiones que me gustaría poner sobre la mesa es la fragilidad de los espacios naturales»
Como guía de naturaleza, una de las reflexiones que me gustaría poner sobre la mesa en esta primera entrada sobre la divulgación de nuestro territorio es la fragilidad de los espacios naturales, y la problemática que estos pueden tener debido a la presión de visitantes. No es la gruta en sí, sino el medio natural por el que discurrimos y compartimos en la mayoría de los casos con centenares de seres vivos que ni siquiera sabemos que están ahí.
Y muchos de ellos, al igual que nosotros, acaban de llegar atraídos por la primavera, el calor y las condiciones idóneas a las que se encuentra una determinada pared o un determinado rincón. Para mí, es inevitable dar a conocer nuestra forma de permanecer en el medio natural, de nuestra manera de relacionarnos con el entorno y del dilema que se plantea cuando se es consciente de que un rincón es sometido a más presión de la habitual.
Por David Ruiz de Gopegui. Ojos Pirenaicos (texto e imágenes)

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