En tierra hostil

11049509_10205830773306611_6295328512125899754_npor Juan José Mairal Herreros

Esto de irse de vacaciones a la playa en pleno verano con toda la marabunta española puede ser el argumento de un “cuento de terror” o caer, quieras o no, en plena tierra hostil. Me explico.

Lo primero es  buscar y rebuscar un sitio donde “haya sitio” para poder conseguir un precio de hotel lo más económico posible y dentro del plan previsto y con las condiciones necesarias y que cada uno se planea, luego está el preparar el viaje y hacer a través de cualquier web de viaje el recorrido y la duración del mismo para poder llegar lo más despejado posible, eso sí teniendo en cuenta peajes o no, nacionales o autopistas y la posible subida del carburante que usemos para nuestro desplazamiento. Y esto es el empezar.

Cuando ya has llegado al destino, está el conseguir una plaza de parking ya sea cerca del hotel o bien en el abarrotado parking de pago del mismo establecimiento hotelero, para que luego no tengas plaza si mueves el coche por el gracioso de turno que aparca donde quiere. Ya colocado en la habitación con o sin vistas al mar, con o sin vecinos molestos, viene el trasiego diario y el horario marcado de los horarios establecidos del desayuno, comida y cena a pensión completa con la bebida de pago y los manjares más llamativos para engordar unos kilos que luego habrá que bajar a la vuelta  y con el tema del aire acondicionado que a veces va comunmente y otras no. Amén de las actividades propias de diversión y ocio del hotel para que nada ni nadie se queda sin bailar, jugar o festejar.

Y para qué hablar de la playita, esa zona libre de arena fina o menos fina, que según la zona de veraneo que toque ese verano ya está plagada de sombrillas y sillas antes de que amanezca el sol gracias a esos abuelos o personajes que madrugan antes que nadie y que recalifican sus parcelas a diario como si en ello les fuera la vida. O bien no puedes nadar por ella por el amasijo de toallas, accesorios y música a todo trapo que tienes a tu alrededor.

Menos mal que luego están esos paseos nocturnos por el Paseo Marítimo de turno, con esos veladores abarrotados, con esos niños con sus móviles cazando pokemons y con esas ferias y cine de verano que hacen el verano más llevadero y hasta curioso por lo que ves y lo que contemplas en nuestra fauna ibérica de la noche.

Atrás queda ese verano, esos días de relax y de “tranquilidad” efímera que darán paso a nuestra vida cotidiana, a nuestro quehacer diario de la hipoteca, del curro, de la llegada de septiembre, del cole, del posible gobierno puñetero o de unas próximas elecciones que quizás nos hagan ver la Navidad de otra manera, menos blancas y con la pedrea política que nos seguirá tocando si nuestros políticos siguen con su diarrea mental y sus intereses personales y de partido.

 

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