Carlos Rufas vuelve a Perú tras casi dos décadas ayudando a los más desfavorecidos

Carlos Rufas vuelve a Perú tras dos décadas ayudando a los más desfavorecidos. (FOTO: Rebeca Ruiz)
Carlos Rufas vuelve a Perú tras dos décadas ayudando a los más desfavorecidos. (FOTO: Rebeca Ruiz)

Tras un descanso obligado por la llegada de la pandemia que paralizó al mundo, el serrablés Carlos Rufas regresa este año a Perú con el único objetivo de ayudar en lo que se pueda a los más desfavorecidos. 20 años -más de media vida- que este «laico comprometido», como él mismo se define, ha utilizado sus vacaciones y sus propios recursos para dedicarse en cuerpo y alma a los que menos tienen. Esta vez no irá solo. María Pilar Izquierdo, también de Sabiñánigo, le acompañará durante una parte del viaje.

Rufas está desde hace años al frente del albergue que la Asociación de Disminuidos Físicos de Aragón tiene en Pirenarium, en Sabiñánigo. Cada vez que viaja a Perú, con el único objetivo de aportar su granito de arena allí donde más ayuda se necesita, le cuesta unos 2.000 euros, que destina prácticamente en su totalidad a desplazamientos.

Es un presupuesto que sale íntegramente de su bolsillo. Y que supone un valor añadido, ya que implica que debe ahorrar durante meses para poder cumplir cada año con su compromiso solidario, e invertir mucho tiempo en el viaje y en la planificación previa. Incluso, tiene un alto precio en lo personal. Pero, «cuando eliges este estilo de vida -explica-, ya eres consciente de lo que hay».

COMPROMISO con los más desfavorecidos de Perú

Desde 2002, coincidiendo con su mayoría de edad, la labor de Carlos Rufas ha estado ligada a la Fundación Juan Bonal (vinculada a las Hermanas de la Caridad de Santa Ana). Especialmente, ofreciendo comida, apoyo familiar y escolarización a través de un comedor popular en las favelas de los cerros de Lima, uno de los lugares más pobres del planeta.

Favelas de Perú, uno de los lugares más pobres del planeta.
Favelas de Perú, uno de los lugares más pobres del planeta.

Su trabajo no termina allí, ya que el resto del año continúa buscando apadrinamientos y colaboraciones para enviar ayuda humanitaria desde España en forma de material sanitario a la Amazonia peruana a través de la orden San Juan de Dios. «Y es gracias a ayudas como esta -la de particulares y de empresas de Sabiñánigo-, con lo que las hermanas pueden seguir realizando su labor en Perú», advierte.

Además, en los últimos años, Rufas se ha dedicado a recorrer las cárceles peruanas donde se encuentran españoles presos. Sobre todo, se interesa por las mujeres que tienen hijos con ellas en prisión. Les ayuda en la medida de sus posibilidades a realizar trámites administrativos y a mantener el contacto con sus familias en el exterior. Trata de que puedan acceder a lo más básico, que muchas veces consiste en la alimentación o la asistencia sanitaria o jurídica.

En las cárceles peruanas hay unos 200 presos españoles, cuyo perfil responde a personas con una media de edad en torno a los 25 años. Proceden de familias desestructuradas o con problemas económicos. La mayor parte se encuentra en Lima.

Un proyecto humanitario «de largo recorrido»

«Mi función allí es siempre la misma, de continuidad, porque no hay que abarcar mucho, sino saber mantener pequeños proyectos», explica Carlos Rufas. Unos proyectos que, en aquel lugar, en cambio, suponen grandes mejoras en la calidad de vida de sus habitantes. Hay que diferenciar lo que es un compromiso, que es el gran vínculo que hoy en día une a Carlos Rufas con Perú, con el «turismo solidario». Los primeros años hay que aprender. El que llega por primera vez a un lugar necesita ser asesorado e, incluso, protegido. Toda la ayuda es buena, pero si es continuada en el tiempo, los resultados se optimizan: «Los proyectos que se inician hay que mantenerlos en el tiempo», señala el serrablés.

Si los efectos de la pandemia han causado estragos en todo el mundo y a todos los niveles, en el caso de países como Perú la situación es aún más complicada. «Al igual que sucede aquí, el COVID paralizó todo; y ahora se está retomando la actividad con muchas dificultades. En el caso de los comedores escolares, se ha estado llevando la comida a domicilio a las familas vulnerables. Pero la pandemia ha supuesto que haya que empezar en todo de cero», explica el serrablés.

La difícil situación de Perú tras la pandemia

«Perú es el país del mundo que ha registrado más fallecimientos por COVID por cada 100.000 de habitantes. Tiene una economía informal, de un 70%, que obliga a los peruanos a salir a la calle diariamente a buscar su sustento. Solo un 30% de los habitantes tiene frigorífico, lo cual hace que tengan que ir al día. Hay un 40% de malnutrición infantil. Y el 60% vive en condiciones de pobreza extrema», recuerda Rufas. A ello hay que añadir «las turbulencias políticas», lo que ha favorecido la inestabilidad y el crecimiento de la pobreza.

Carlos Rufas volverá en unas semanas a Perú. «Creo que, al depender muchas familias de la economía diaria, se han venido abajo muchos pequeños negocios. La verdadera crisis del COVID se va a empezar a ver ahora en Perú», explica, consciente de que allí no llegarán ayudas exteriores y de las carencias estructurales que tiene el país.

«Todo ha retrocedido. La moneda está muy devaluada y la inflación muy alta. Hay muchos más problemas para comprar comida y los pobres son más pobres. Y vuelve a haber necesidades de primer orden», señala el serrablés. Sabe de primera mano que la situación, en esta ocasión, va a estar más complicada que nunca.

LA PRIMERA VEZ QUE CARLOS RUFAS VIAJÓ A PERÚ TENÍA 19 AÑOS

Carlos Rufas vuelve a Perú tras dos décadas ayudando a los más desfavorecidos
Carlos Rufas vuelve a Perú tras dos décadas ayudando a los más desfavorecidos.

La primera vez que Carlos Rufas se planteó comprometerse con una labor de voluntariado que ya alcanza la mayoría de edad fue «muy motivado por la labor que realizaba en Bolivia Miguel Domec, entonces párroco en Sabiñánigo, y gran amigo». Colaborando, igualmente, con la Fundación Juan Bonal, aquel joven de 19 años se aventuró a vivir esta experiencia que aún hoy continúa. Entonces, recuerda, «ni siquiera había montado en avión. Yo no sabía qué iba a hacer allí, solo sabía que iba dispuesto a ayudar». Hoy, dos décadas después, no ha perdido la ilusión ni las ganas por seguir aportando su granito de arena en favor de los más necesitados. Con una enfermedad cardíaca incurable y degenerativa, Carlos Rufas tenía claro que podía hacer algo por los demás, y tampoco se frenó por la oposición médica ni de su familia. Entonces ellos no sabían que aquel primer viaje era fruto de una «reflexión muy profunda y bajo unos valores cristianos, que es lo que ha hecho que nunca haya tenido miedo; soy consciente de que si me pasa algo por ahí, los medios no son los mismos que hay aquí».

En pocas semanas, Carlos Rufas volverá a Perú. Con más ilusión que nunca, como aquella primera vez, y decidido a hacer todo lo que esté en sus manos por los más necesitados.

Por Rebeca Ruiz

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