Juan José Mairal Herreros
En la política, en el mundo de la política nacional, la de mayúsculas, la que pincha y corta el bacalao, todo se puede aprender, todo se puede hacer y todo, parece, se puede justificar. Y digo parece… al menos en este país. Y más con la mayoría de los políticos conocidos que nos ha tocado sufrir y padecer. Manda lo que manda que tengamos más cargos políticos por número de habitantes que cualquier país europeo a nuestro nivel, que haya un lugar llamado “senado” que no se sabe para qué sirve ni para que se usa o que no hayan logrado que se pongan de acuerdo ninguno de estos grandes políticos para formar un gobierno después de meses de elecciones repetitivas y de investiduras fallidas gracias al justificado y recurrido no nos ponemos de acuerdo con los otros.
Y es que este país tiene algo especial. España, como se dice, es diferente. Y también diría yo, políticamente incorrecta. Somos así, nadie nos cambia ni queremos cambiar. Nuestros “altos” políticos, y no lo digo por la altura, sino por sus miras de cargo y sus fracasos negociadores, esos que cobran buenas nóminas, trabajando de sol a sol y cuidando de no bajarse del burro para no modificar su poder ni su status, son personas que trabajan por el pueblo y para el pueblo. Qué bonita frase final dirían muchos, pero poco realista.
Ya está bien de engañar y de marear la perdiz, de justificar lo injustificable, de estar a la contra y en contra de lo del otro, de no saber ceder, de no saber apartarse o dimitir, de ser político sólo por el nombre. Habrá que empezar a trabajar, como a ellos les gusta decir, por el ciudadano de a pie, por ese que día a día trabaja para que este país siga adelante, pagando impuestos, siendo del partido que sea, poniendo lo mejor de cada uno para en el trabajo y en su vida y sufriendo los avatares, los sinsabores y las delicias de la política de arriba.
Preguntémonos… ¿Cómo es posible que tengamos y volvamos a tener los representantes que elegimos cada cuatro años, que al principio parecen todo bondad, servicio a los demás y sacrificio y luego resulta que sólo se preocupan, en su gran mayoría, de mantener el sillón de turno, el escaño codiciado o el poder acumulado? Eso sí, justificando día si y día también su ineficacia a base de la ineficacia de los demás.
A este paso que vamos, nuestro país, gracias a estos grandes políticos, esos que están todo el día echándose piropos unos a otros, jugando con estrategias partidistas, con dinero público y cajas al monopoly político, tirándose los trastos a la cabeza un día tras otro, negando su incapacidad más evidente, haciéndonos ver que trabajan por la ciudadanía cuando en realidad parece que trabajan para ellos mismos, ese país… es portada de ingobernabilidad, desidia, hazmerreir y hasta ya indiferencia.
Y es que esto de ser político a nivel de alto standing, viene a ser como el cuento de la lechera, muchos sueños y promesas, pero pocas realidades, al fin y al cabo. ¿Y quién lo paga?… Pues los de siempre, los pobres y sumisos ciudadanos de la calle que día a día soportamos sus declaraciones poco creíbles y partidistas, sus declaraciones para la galería, los que cada día creemos menos en ellos, los que sustentamos sus sueldos y emolumentos, los que al final, si nadie lo remedia, tendremos que acercarnos a las urnas con o sin turrón, con el invierno ya asentado o sin saber, una vez más, si a la tercera va la vencida. ¿O quizás no? Difícil papeleta para un país y unos ciudadanos en crisis.