Los buzos de la Armada ‘buscan’ la Antártida bajo el lago helado del Balneario de Panticosa

Los buzos de la Armada buscan la Antártida bajo el lago helado del Balneario de Panticosa
Los buzos de la Armada buscan la Antártida bajo el lago helado del Balneario de Panticosa. (FOTO: Rebeca Ruiz)

El lago helado del Balneario de Panticosa se convierte estos días en el escenario de las prácticas de los buzos de la Armada Española. Con aguas que no superan los tres grados de temperatura y bajo 40 centímetros de hielo, los especialistas se sumergen en busca de las condiciones extremas que les prepararán para afrontar con éxito situaciones límite. Simulacros de procedimientos de emergencia y rescate, diferentes trabajos submarinos o la formación necesaria para apoyar las investigaciones del emblemático Hespérides en la Antártida centran la actividad en el lago glaciar a 1.636 metros de altitud y diez de profundidad bajo las gélidas aguas del Ibón de Baños.

El capitán de corbeta Ignacio Llanos -tercero por la derecha-, en un momento del reportaje. (FOTO: Carlos del Pueyo)

17 alumnos y ocho profesores de la Armada Española afrontan estos días en el lago del Balneario de Panticosa una fase de buceo en aguas frías y bajo hielo -que, junto a las fases de contraminado naval, buceo a gran profundidad y trabajos hidráulicos completan la formación de estos especialistas- de tres cursos: Tecnología de buceo para oficiales, Especialidad complementaria buzo para suboficiales y Aptitud buzo para marinería, explica el capitán de corbeta Ignacio Llanos, jefe del Departamento de Buceo Técnico de la Escuela Militar de Buceo de Cartagena. Una formación especializada y en condiciones extremas que prepara a los militares españoles para -entre otros retos- participar en las campañas antárticas de los buques oceanográficos de la Armada, el famoso Hespérides y el auxiliar Las Palmas.

Los buzos de la Armada Española llegaban el pasado domingo al Balneario de Panticosa, donde realizan estas prácticas desde hace años

El equipo llegaba al Balneario de Panticosa el pasado domingo. El Ibón de Baños reúne las condiciones idóneas para cumplir con los objetivos formativos y prácticos de los buzos. Y por ello se convierte en escenario de estos ejercicios desde hace más de una década.

Tras descargar y estibar el material necesario para la actividad, los buzos se sometían a una primera fase de adaptación, tomando ya desde el primer día contacto con el agua y buscando la acomodación al equipo específico.

Para ello, «utilizan un equipo con suministro en la superficie, lo que significa que el gas respirable -en este caso, el aire- llega a través de un umbilical hasta el buceador», señala el instructor. Se hace por seguridad, garantizando el suministro al hombre que está en el agua y, al mismo tiempo, sirve como ayuda para volver al agujero del hielo por el que ha entrado.

Una vez que los buceadores se han adaptado, llegaba la fase bajo hielo. Aquí necesitan un equipamiento específico que les protege del frío. «El agua del lago está a uno o dos grados (en el fondo) y menos en superficie, pegado al hielo», recuerda Ignacio Llanos. Por eso, la prioridad es evitar situaciones de hipotermia o complicaciones médicas que inhabilitarían a los buzos para realizar su trabajo. O, en el peor de los casos, pondrían en riesgo su vida.

Todos van equipados con un traje seco, que les aísla totalmente, y dentro del cual llevan protección térmica, y una capucha estanca. Para sumergirse, llevan una máscara facial -en vez del regulador y las gafas de buceo-. De esta manera también se evita el contacto del rostro con el agua helada del lago.

Cada buzo se sumerge con un equipo de unos 20 kilos de peso

Cada uno de estos equipos pesa, aproximadamente, unos 20 kilos, lo que obliga a su portador a mantener un exigente nivel de estado físico. Pero también psicológico.

Previamente, los 17 alumnos han pasado por una fase de adiestramiento. Porque, como explica el responsable de los cursos, «la condición física del buceador no puede ser un problema más en la inmersión. Ya suficiente tienen con tener que enfrentarse a un medio tan hostil que ni siquiera les permite respirar para que encima no tengan la fuerza o la capacidad aeróbica suficiente para aletear, o desplazar una carga o, como estamos haciendo en este momento, sacar a un compañero inconsciente del fondo».

El capitán de corbeta Llanos se refiere al simulacro de emergencia que tenía lugar este miércoles. En él, el objetivo era, precisamente, medir la capacidad de reacción ante un supuesto accidente con los buzos que se habían sumergido en el lago.

Los buzos de la Armada buscan la Antártida bajo el lago helado del Balneario de Panticosa. Uno de los buceadores, preparado para la inmersión. (FOTO: Rebeca Ruiz)
Los buzos de la Armada buscan la Antártida bajo el lago helado del Balneario de Panticosa. Uno de los buceadores, preparado para la inmersión. (FOTO: Rebeca Ruiz)

Profesionales con experiencia en buceo

Los buzos que se miden estos días en el Balneario de Panticosa son profesionales con cierto grado de experiencia. Vienen de hacer previamente el curso de buceador elemental que también se realiza en la Escuela Militar de Buceo. Allí aprenden a ser autónomos, a realizar reparaciones de menor entidad o a solventar emergencias menores en inmersión. «Es la puerta de entrada a estos cursos, donde se aprenden aspectos mucho más técnicos», explica el profesor, que señala la colaboración que reciben de los responsables del resort. «Como llevamos viniendo ya muchos años, nos conocen. Y nos ayudan siempre en todo lo necesario», advierte.

Al pie del lago, los militares han instalado un puesto de control y dos tiendas de campaña. Una, por si surgiera cualquier tipo de problema médico y para controlar continuamente a los buceadores, con un médico especialista en hiperbárica y buceo y una enfermera formada, de igual modo, en accidentes de buceo. Ambos, también personal militar. La otra tienda está destinada a los buzos, para que entren en calor y puedan comprobar y revisar todo su material antes de sumergirse.

Qué hacen los buzos en el Ibón de Baños

Entre otros ejercicios, en el lago se realiza una simulación de búsquedas para salvamento y rescate o para tomar muestras en aguas polares, en la que los buzos alcanzan una profundidad de inmersión de entre diez y 12 metros. En cada inmersión los buceadores permanecen en el agua entre 20 y 25 minutos. «Tenemos montadas dos líneas de vida –explica el capitán de corbeta Llanos-. La roja, con un punto de anclaje al hielo; y una línea secundaria a la que se atan tanto el supervisor, que se puede mover libremente, y los ayudantes de los buzos. También van protegidos con traje seco. Y en caso de que alguno cayera al agua, esta línea de vida permitiría sacarle rápidamente», señala Llanos.

Además, esta segunda línea sirve para transportar material en un trineo hasta el punto donde se ha realizado el agujero por el que se sumergen los buzos, a unos 50 metros de distancia de la orilla. En caso de necesitarlo, también se utilizaría para evacuar a un accidentado (como en el simulacro de este miércoles).

Situaciones extremas para los buzos que se sumergen cada día en el Ibón de Baños

«Lo más interesante de estas prácticas -continúa Llanos- es que los buceadores aprendan los procedimientos específicos del equipo en espacios confinados -porque tienen encima un techo de hielo que para un buzo en inmersión es irrompible-. Que no entre agua en el equipo; qué pasa si me entra agua en el equipo; cómo se localiza a un buceador perdido, qué pasa si me quedo sin suministro y cómo acceder a un suministro secundario; cómo compartir, incluso, aire con un compañero… o cómo reaccionar si un buceador pierde el conocimiento».

Otra de las cuestiones que se trabajan estos días en los Baños son las técnicas de Navegación subacuática por la capa de hielo, donde se han marcado círculos concéntricos y unos radios que rodean el agujero por el que se sumergen los buzos. De esta manera, cuando el sol incide en la placa, los hombres que están en el agua pueden orientarse para volver a casa. Si por alguna razón no pudieran encontrar la salida a la superficie por sus propios medios, otro buceador en stand by, por seguridad, se lanzaría con un cabo y, poniendo en práctica un procedimiento preestablecido que todos conocen antes de sumergirse, podría rescatar a los buceadores perdidos y conducirles de nuevo al agujero en el hielo.

El cabo primero Álvaro Pérez de Guzmán es uno de los buzos del Curso de aptitud de buzo, que se desarrollará desde enero hasta junio y que actualmente tiene como escenario el Balneario de Panticosa. Esta formación, donde toma contacto con el hielo, le permitirá «ir desplegado a campañas como la de la Antártida o sitios donde lo requiera». «Siempre he intentado dirigir mi carrera profesional en el mundo del buceo», reconoce el cabo primero, que acumula 20 años de servicio y que desde hace dos está destinado en la Unidad de Buceo de Cádiz. «Lo más difícil para un buzo es lo mental porque, por lo general, los militares estamos en buenas condiciones físicas», reconoce Pérez de Guzmán, que también es paracaidista y que confiesa que siempre le ha gustado «experimentar y crecer como profesional». Algo que comparte con sus 16 compañeros que, durante estos días, se forman en situaciones extremas en las heladas aguas del ibón.

LA ESCUELA MILITAR DE BUCEO (EMB) DE LA ARMADA

La Escuela Militar de Buceo de la Armada Española tiene sus antecedentes en las primeras escuelas de buceo que, en 1787, nacieron por orden del rey Carlos III. Sin embargo, el empleo de buceadores en la Armada se remonta a la segunda mitad del siglo XV, en la que se dotó a los navíos españoles de buzos que a pleno pulmón se encargaban de reparar los daños que producían los temporales o las encalladuras en los barcos, así como de recuperar material como anclas, artillería o cargamentos. Unas prácticas que distan mucho de las actuales. Hoy, los buceadores trabajan con equipos y sistemas muy avanzados, preparados para garantizar el éxito de las misiones que se les encomienda. El centro militar prepara, actualmente, a unas 500 personas al año para trabajar en ambientes submarinos. Desde 1970, la EMB, en sus instalaciones de la Estación Naval de La Algameca (Cartagena), ha formado a más de 13.000 buzos, buceadores y otro personal de sanidad y apoyo al buceo, tanto español como extranjero. No solo de la Armada, sino también procedente de otros ejércitos y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, e, incluso, de la población civil. En la actualidad, las misiones de los buceadores de la Armada se encuadran en distintos sectores. Entre ellos, salvamento y rescate de submarinos siniestrados; apoyo a buques para inspección, mantenimiento y reparaciones a flote; o desactivación de artefactos explosivos submarinos. También abordan cometidos de Guerra Naval Especial; búsqueda, salvamento y rescate subacuáticos como consecuencia de accidentes o naufragios y protección de otros compañeros.

Un minucioso plan de emergencia con profesionales sanitarios

Para garantizar la seguridad de los participantes en el curso en todo momento, se cuenta con un minucioso plan de emergencia y salvamento dotado con personal de Sanidad -médicos y enfermeros- del Centro de Buceo de la Armada, y que presta asistencia tanto a este como a la Escuela Militar de Buceo. En esta ocasión, el capitán médico Álvaro Conesa Guillén y la capitana enfermera Nuria Ruiz de Pascual Domínguez prestan asistencia sanitaria al ejercicio. Y también colaboran en la formación de los alumnos en los aspectos de su competencia.

Los protocolos médicos y de emergencias son muy importantes en los ejercicios que se desarrollan estos días en el Ibón de Baños. (FOTO: Rebeca Ruiz)
Los protocolos médicos y de emergencias son muy importantes en los ejercicios que se desarrollan estos días en el Ibón de Baños. (FOTO: Rebeca Ruiz)

«Previo al despliegue, diseñamos una evaluación previa y un plan de evacuación, valorando los recursos sanitarios de la zona y si debe hacerse por tierra o en helicóptero», apuntan los capitanes. Así, en caso de necesidad, la primera asistencia se haría in situ. Y en función de la gravedad de la posible emergencia, está activada la cámara hiperbárica del Hospital Militar de Zaragoza (si la emergencia es de buceo).

También hay un plan preestablecido donde están contempladas las posibles necesidades sanitarias, los tiempos de evacuación y el traslado a los hospitales de Jaca o Huesca -según la gravedad y la urgencia-, en el caso de otras cuestiones que no tienen por qué estar relacionadas específicamente con el buceo, pero que pueden surgir durante el ejercicio, explican los sanitarios. Todo ello minuciosamente planificado para que los buzos de la Armada Española puedan enfrentarse a las situaciones más extremas con toda seguridad bajo las heladas aguas del lago del Balneario de Panticosa.

Por Rebeca Ruiz

FOTOS: Rebeca Ruiz/Carlos del Pueyo

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