
La ermita natural de la Virgen de la Cueva, aquella gruta en la que, según la tradición, la Madre de Dios se apareció a un cabrero y donde, en el siglo VIII, se reunieron los cristianos aragoneses para planear la defensa contra el invasor sarraceno, está a punto de desaparecer. Testigo de la entrega y veneración de los jacetanos durante generaciones, sucumbe sin remedio a la fuerza inexpugnable de la madre naturaleza.
Lejos quedan los tiempos de romería, cuando hasta el obispo de Jaca se hacía al monte, hasta el Canterón de Ubiel, para bendecir los términos. Siglos de historia, costumbres y leyendas ancestrales han quedado sepultados por la inmensidad de la montaña.
Será muy difícil, casi un milagro, que la imagen de la Virgen, tan venerada y querida por los pueblos de las faldas del Monte Oroel, pueda regresar a la cueva. La naturaleza reclama lo que una vez prestó al hombre y la gruta corre peligro real de desaparecer para siempre en las entrañas de la montaña mágica.
La cueva de la Virgen se encuentra en el corazón de Oroel, la montaña sagrada de Jaca
La cueva de la Virgen se encuentra, literalmente, en el corazón de Oroel, considerada la montaña sagrada de Jaca y su entorno. La ubicación de esta ermita natural no es casual. Se halla en un lugar privilegiado, rodeada de manantiales y bosques, que transmiten una energía especial. Indescriptible. Única.

Dentro, el agua -elemento purificador para las culturas ancestrales- mana continuamente dando lugar a curiosas formaciones a las que se atribuyen propiedades curativas. Son los pechos de la Virgen. Los romeros se lavaban los ojos en esta fuente natural, una gran estalactita formada por el agua filtrada, durante miles de años, por la montaña mágica.
La simbología del agua y las rocas
Hasta hace una década, cuando se produjo el derrumbe que fue su condena, en la gruta había dos espacios diferenciados, separados por una reja de forja, cuyos restos permanecen hoy, destrozados, mezclados con el barro y las piedras. También, una cámara oculta y una pila bendita -de nuevo, el agua-. Simbología pura en las entrañas de la tierra madre.
Del mismo modo, las rocas de este lugar, atendido desde tiempos inmemoriales por ermitaños -uno de ellos está enterrado en el interior del santuario-, tenían un significado especial para los creyentes, por lo que era habitual llevarse a casa una piedra de la Virgen de la Cueva. Antaño, para enfrentar las tormentas. Con el tiempo, como protección.
Como contrapunto, en el exterior está la Casa de los Cofrades. Se levantó prácticamente de la nada, tras la ruina absoluta de la original, entre 2002 y 2005. Hoy, en sus paredes cuelgan fotografías antiguas que recuerdan la historia del lugar. Conviven con objetos de gran valor sentimental para los romeros y devotos de la Virgen de la Cueva.
LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CUEVA. La imagen de la Virgen de la Cueva conserva trazas románicas, pero ha sido objeto de numerosas restauraciones que hacen muy difícil datar su verdadero origen. De la época románica, quizá del siglo XII, quedan el asiento, parte del cuerpo, los pies y restos de policromía. En el siglo XVI se la prepara para la época, para vestirla con mantos. Y durante la Guerra Civil, fue mutilada y destrozada. Posteriormente fue restaurada en Pamplona, donde se le intentó devolver la apariencia románica que hoy mantiene. Está custodiada por los escolapios de Jaca.

La Hermandad de la Virgen de la Cueva
Muchas han sido las familias jacetanas que, durante siglos, han honrado a la Virgen de la Cueva. Especialmente, las procedentes de las ventas y pardinas del Sudoroel, de Navasa, Artaso y Bernués. Y de Ara, Abena, Binué, Barós, Jaca y Ulle, a principios del siglo XX, cuando la romería vivió uno de sus mejores momentos, tal y como recuerda Macu García-Casamayor, secretaria de la Hermandad de la Virgen de la Cueva.
Hay que explicar que, desde 1989, y tomando el testigo de la Real Hermandad de Santa Orosia, los hermanos de la Virgen de la Cueva son los encargados de mantener viva la tradición. Aunque, hoy en día, la romería se celebra en el Parador de Oroel, muy lejos de su lugar original.


El origen de la Virgen de la Cueva
«Se cuenta que mientas un pastor de cabras apecentaba su rebaño por tierras de Soduruel, observaba que todos los días una de ellas desaparecía y que, al atardecer, volvía a juntarse con el rebaño. Un buen día, el cabrero se decidió a seguirla y descubrió que se dirigía a una oquedad natural sita en una peña vecina. Al penetrar en ella, siguiendo al anima, encontró la imagen de Nuestra Señora (…)
La misma tradición afirma que la oquedad en la que apareció la imagen de la Virgen es la misma en la que en el siglo VIII se reunieron los cristianos aragoneses para juramentarse y planear su defensa contra el invasor sarraceno. Esta tradición enlaza con una idéntica en la Cueva de Galión, el actual Monasterio Viejo de San Juan de la Peña».
Ricardo Mur. ‘En torno a la Virgen de la Cueva’ (1992)
De los años difíciles al esplendor de la Virgen de la Cueva
La Virgen de la Cueva ya protagonizó momentos críticos a mediados del siglo XX. La ermita y la casa de los cofrades comenzaron a desmoronarse y sus alrededores se llenaron de maleza, llegando a cerrarse los caminos.
La imagen se trasladó entonces al Obispado, donde permaneció varios años, tal y como recuerda García-Casamayor. Ella, junto a su familia, y como tantos otros, subía cada año desde la Pardina de Ordolés hasta la cueva para cumplir con la tradición.
En 1966, Escuelas Pías de Jaca -estando como rector Ángel Alegre– asumió la custodia de la Virgen de la Cueva y de la ermita e impulsó las romerías, que prácticamente se habían perdido. A partir de ahí comienza la recuperación. Se viven años de entusiasmo e ilusión, gracias al esfuerzo y al trabajo voluntario de muchos devotos y romeros. Unos momentos dulces que se prolongarán hasta bien entrado el siglo XXI, y en los que jugó un papel decisivo Ricardo Mur, a la postre, capellán de la hermandad.
Los desprendimientos de 2012
Pero, en el invierno de 2012, y como consecuencia de las fuertes lluvias, comenzaron los desprendimientos. «Se abrió una gran grieta en el techo de la ermita, que desembocaría en su completo desplome, sepultando, bajo una gran mole de conglomerado, la sala natural que daba cobijo a los romeros y derruyendo el muro de mampostería y la puerta de acceso», recuerda García-Casamayor.


Hoy, casi una década después, todavía queda en pie la capilla y el altar. Allí no volverá la Virgen. Por todas partes hay carteles que advierten de que, en la gruta y su entorno, en cualquier momento, pueden producirse importantes desprendimientos, porque es un lugar muy inestable. Además, las filtraciones continuas de agua y humedad tampoco ayudan a frenar su deterioro.
Precisamente, en 2017, se producía la caída de un gran bloque de piedra del en la zona sur del monte Oroel, que causaba una importante alarma entre la población. En cualquier momento podría registrarse otro suceso similar en la zona. Son movimientos geológicos que -según los expertos- suelen ser habituales, por la propia composición de la montaña. Pero que para la cueva resultarían fatales. Con un nuevo derrumbe que parece inevitable, la gruta quedará enterrada para siempre bajo toneladas de piedra.
Mientras tanto, los devotos de la Virgen de la Cueva se resignan a recordar con nostalgia los orígenes de la tradición. Este año volverá a celebrarse la romería, según el calendario de la Diócesis de Jaca, el próximo 22 de mayo.
Pero ya no volverá a ser en la gruta. Los romeros tendrán que aprender a guardar la tradición en sus corazones. Porque, una gran parte de ella, quedará ya, para siempre, en las entrañas de Oroel.
La Peña Oroel… con toda naturalidad
La Peña Oroel, en el noroeste de la provincia de Huesca, forma parte del sistema rocoso de conglomerado situado entre el Prepirineo, en La Partacua, y las sierras exteriores –Guara-, y separa la cuenca media del Aragón de la transversal del Gállego. Forma parte del Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y el Monte Oroel.
Algunas de sus señas de identidad son las siguientes:
- No es una montaña de gran altura (1.769 metros), pero su silueta característica la convierte en una formación única. Su particular vertiente norte es un muro cortado de piedra rojiza con una pendiente de denso bosque de pinos que, conforme se va ganando altura, se transforma en una masa forestal dominada por abetos.
- Su particularidad geológica la hace única, con la formación de los llamados sinclinales colgados del Paisaje Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y el Monte Oroel: los sinclinales colgados desde los 700 hasta los más de 1.770 metros en la cima de Oroel. Son pliegues de la corteza terrestre originados por areniscas y margas con fuertes pendientes que dan lugar a la imagen tan característica de la Peña Oroel.
- Carrascales y quejigales conviven con abetales y hayedos en función de la orientación. Y también es frecuente encontrar tilo, serbal, tejo, arce, boj, gayuba o acebo. En los cortados se da una planta que no crece en ninguna otra parte: la oreja de oso (ramonda myconi).
- El águila real, el alimoche, el halcón peregrino o el quebrantahuesos (en peligro de extinción) encuentran un refugio ideal en las rocas de la Peña Oroel. Corzos o jabalíes abundan en la zona, donde también habitan, en las numerosas oquedades, distintas especies de murciélagos.
Por Rebeca Ruiz (texto y fotos)

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