Qué difícil es hablar, escribir o lograr explicar eso que todos conocemos o llamamos «depresión». Lo primero es identificarla según sus síntomas, e imprescindible saber aceptarla, ya que no todo el mundo tiene claro esos síntomas que van influyendo y calando en la vida laboral, familiar y social, y sobre todo, en la persona que la padece o se le diagnostica.
Una enfermedad que le puede tocar a cualquiera, una enfermedad a la que le da igual el status social del ciudadano que la tiene. Una enfermedad donde los días se cuentan uno a uno, donde la alegría y la tristeza se combinan y se alternan, según y como está la persona y amanece ese día en concreto, donde hasta el tiempo atmosférico y las estaciones del año influyen, y mucho, en el carácter de la persona depresiva. Y donde la capacidad de superar o, al menos, llevar esa enfermedad con dignidad, depende de manera y modo exclusivo de la persona afectada, con apoyo psicológico y psiquiátrico a nivel de terapias, de diálogo, e convencimiento y de medicación de ayuda. Eso sí, sin un resultado seguro de final feliz.

Difícil enfermedad de la mente, de esas que no se ven, pero que se sienten y afectan cada día más a personas de todo tipo de rango y condición por diversas circunstancias y situaciones del día a día o de un día para otro día.
Pocas personas comprenden lo que la mente puede llegar a hacer, a pensar, a sufrir cuando llega la depresión y cambia toda la vida de una persona desde ese día en sus actuaciones y en su trabajo y relación familiar y en su relaciones sociales. Sus consecuencias son dañinas y de solución dificultosa. Personas que físicamente sufren deterioro, pasando por diversas fases, unas veces mejorando y otras, empeorando, pero que dejan en su interior y en su mente la tristeza, la dejadez, el miedo, la inseguridad, la negación, la culpabilidad, el malestar, el no poder hacer lo que hacía como algo normal, llevar a término lo que uno quería, la introversión, la interioridad exagerada, el no saber el por qué a mi,…
Una situación que afecta y de qué manera; que va limando, que destruye poco a poco, que necesita del apoyo familiar, del acompañamiento médico, de la relación con otra personas o círculo de amistades conocidas o no, de la comprensión de los demás.
En fin y terminando, la depre es esa rara desconocida, a veces ignorada, pero que a quien le afecta le provoca un gran cambio en su vida cotidiana, un escalón profundo hacia abajo que es difícil de superar y volver a la cima.
Por Juan José Mairal Herreros
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