El profesor Álvaro López Asensio se pasea por la historia de Sabiñánigo en su nuevo libro

El historiador y profesor de los dos institutos de Sabiñánigo (IES San Alberto Magno e IES Biello Aragón) Álvaro López Asensio acaba de publicar el primer tomo de la historia de Sabiñánigo, con abundante información sobre las tierras y gentes del Serrablo histórico.

Todo ello ha sido posible gracias a los más de 230 documentos reproducidos en su Apéndice Documental. Muchos de ellos pertenecen a la colección diplomática del Monasterio de Fanlo y Montearagón. Los relacionados con los tributos, son del Archivo de la Corona de Aragón. Pero los datos más interesantes se revelan a partir de los documentos encontrados en el Archivo Municipal, el parroquial y el de la familia López, así como en el Archivo Provincial de Huesca.

PUBLICACIÓN. Álvaro López Asensio.
PUBLICACIÓN. Álvaro López Asensio.

López Asensio recupera el pasado sabiñaniguense desde la Prehistoria

En 18 capítulos, López Asensio recupera el pasado sabiñaniguense desde la Prehistoria –con el yacimiento romano de la Corona de San Salvador- hasta el siglo XIX. En ellos se describe, con detalle, la cotidianidad de unos vecinos preocupados por su pueblo y sus problemas económicos. Un segundo volumen abordará el nuevo Sabiñánigo, que creció gracias a la construcción de la estación de ferrocarril a finales de ese siglo, su desarrollo industrial y su evolución urbana.

Este trabajo de investigación no hubiera sido posible sin la colaboración, ayuda y asesoramiento de un grupo de vecinos apasionados de su historia: Antonia Miranda Cajal, María José González Aso, Aurea Galán de Silva, Jesús Montuenga Ruiz y Leonardo Puértolas Coli. Desde hace más de dos años, se llevan reuniendo con el autor semanalmente en un taller de historia, organizado por la Asociación Amigos de Serrablo, dirigido por López Asensio.

El libro está dedicado a los alumnos de López Asensio de los Institutos San Alberto Magno y Biello Aragón

El autor ha dedicado este libro a sus alumnos de los Institutos de San Alberto Magno y Biello Aragón de Sabiñánigo donde imparte clases. También es un compromiso con Sabiñánigo, sus vecinos y la Asociación Amigos de Serrablo. Por ello, ha decidido publicarlo en formato digital  para ofrecerlo gratis a todos los vecinos. Su intención es que se lea sin coste alguno en su página web. También podrá encontrarse en los portales difitales dEl Ayuntamiento de Sabiñánigo y la asociación.

«El documento más antiguo que hemos encontrado data del 992 d.C., cuando pertenecía al monasterio de Santa Cruz de la Serós. Durante los siglos XI y primera mitad del XII, hubo períodos en los que estuvo bajo la jurisdicción del monasterio de San Andrés de Fanlo, y otros como tierra de realengo dirigida por tenentes militares que hemos tenido la oportunidad de identificar», explica el profesor.

La Honor de Sabiñánigo

Durante cien años (desde la mitad del XII hasta mediados del XIII), Sabiñánigo estuvo bajo el dominio del Monasterio de San Juan de la Peña. A partir de 1254 volvió a ser tierra del rey, quien constituyó La Honor de Sabiñánigo, una institución que los monarcas aragoneses donarán a nobles del reino para compensar los servicios prestados a la corona, añade López Asensio.

La Honor la integraban varios lugares. El objetivo no era otro que recaudar el impuesto de caballerías a esos señores. El tributo servía para mantener un ejército activo que estuviese a disposición de la corona cuando fuera requerido. En el libro se dan a conocer los pueblos integrantes con datos históricos de los mismos, su organización, el privilegio que (en 1492) concedió el rey Fernando el Católico para reducir el tributo y su disolución en el siglo XVIII.

Sabiñánigo alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVI, explica López Asensio

Sabiñánigo alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVI, cuando sus vecinos decidieron modernizar el lugar con la construcción de cuatro nuevas grandes infraestructuras: la construcción de la iglesia de San Hipólito, la Abadía del Rector, las casas del concejo y la rehabilitación de la iglesia de El Puente.

A mediados de ese siglo, el concejo pidió varios préstamos censales (créditos a largo plazo) para derribar la iglesia románica dedicada al mártir San Acisclo (titular entonces de la parroquial y tío de santa Orosia) y comenzar las obras de uno nuevo templo bajo la advocación de San Hipólito.

La planimetría de la iglesia románica coincidía con el transepto o nave crucero de la actual iglesia y tenía unas dimensiones de superficie construida de 98 metros cuadrados, y de 66 m2 en su interior. El ábside estaba orientado al Este geográfico, como todas las iglesias medievales. La puerta de acceso estaba en el muro Sur, como la existente. A los pies de la nave se levantaba la pequeña atalaya de época musulmana que, entre el siglo XIII-XIV, se derribó para levantar la presente torre defensiva, convertida en campanario en el siglo XVI.

Las diferentes fases constructivas de la iglesia se desarrollaron entre finales del siglo XVI y principios del XVIII. En 1725, el albañil Pascual Roldán la terminó cerrando su pórtico de entrada. En 1732 el vecino de Biescas, Philipe Urieta, doró el retablo mayor dedicado a San Hipólito. Después se levantó el resto de retablos de las capillas laterales, especialmente, los dos sufragados por la familia infanzona de los Lopez, los cuales aún llevan su escudo nobiliario. Terminado el templo, el Ayuntamiento impulsó la rehabilitación de la iglesia de San Nicolás de El Puente, cuyas obras terminaron a principios del XIX, explica López Asensio.

La Abadía del Rector y la Casa del concejo

A finales del XVI comenzó a construirse la Abadía del Rector junto a la iglesia y torre-castillo. Aunque en la actualidad es un solar con juegos infantiles, todavía se conserva su arco de entrada. «La clave de la bóveda nos confirma que fue construida por Juan Ferrer en el año 1589», matiza el autor.

A principios del XVII se comenzaron las obras de la Casa del Concejo. En la puerta consistorial aparece el año 1605, fecha en la que se puso la primera piedra. Hasta entonces, las reuniones concejiles se hicieron en el coro de la antigua iglesia románica, situado en el primer piso de la torre. A mediados del esa centuria ya se plegaban en «las casas comunes de Sabiñánigo».

López Asensio explica que los créditos solicitados por Sabiñánigo y El Puente para levantar estos equipamientos acabaron por endeudar a sus vecinos, quienes tuvieron que pactar varias veces con sus acreedores, durante el XVII y XVIII, una reducción de los intereses hipotecarios comprometidos. Aún así, fueron imprescindibles para que el lugar no fuera a menos (como muchos de su entorno) y la población no disminuyera.

Amplio término municipal

El hecho de que fuera cabecera de La Honor favoreció su desarrollo económico, basado principalmente en la agricultura y ganadería. Su amplio término municipal (con la incorporación de Bailín, Novella, Rapún y las pardinas de Ayés y Belmonte), hizo que sus vedados, pastos y leñares fueran muy importantes para la economía de sus familias y para los ganaderos del Valle de Tena, que pactaron –desde el siglo XVI- el pasto de los ganados en su ámplio término municipal durante el duro invierno, concluye López Asensio.

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