Crítica, humor y nostalgia, en la singular y adictiva Turuñana de Ricardo Galtier-Martí

Crítica, una buena dosis de humor y cierto toque se nostalgia se dan la mano en Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc, la primera novela del jaqués Ricardo Galtier-Martí, que se presenta este jueves en la Ciudadela de Jaca.

El escritor repasa, en un relato intimista y rebosante de matices autobiográficos -pero al mismo tiempo, desde la perspectiva que otorga el paso del tiempo hacia una época que marcó la vida de varias generaciones-, la realidad social del medio rural aragonés en el contexto de una estación de castigo: Turuñana. Un nombre, una reflexión sobre la soledad y un guiño a la línea ferroviaria Zaragoza-Canfranc-Pau. Y un relato ágil y divertido -que no por ello, menos profundo-, intenso y adictivo. Como la propia estación perdida en medio de la nada que le da nombre.

Sumergirse en la historia de Turuñana supone dar un paso atrás en el tiempo

Sumergirse en la historia de Turuñana supone dar un paso atrás en el tiempo. Desde las primeras líneas, el cautivador relato de Galtier-Martí, con una capacidad descriptiva única y un estilo muy personal, pero que, al mismo tiempo, deja entrever influencias de literatos y cineastas que se perciben entre los renglones de las historias que les suceden a una serie de personajes entrañables, arrastra al lector a episodios de su propia vida que creía olvidados y a reminiscencias cargadas de emociones y sentimientos.

Ricardo Galtier-Martí, autor de Nadie se aperará en Turuñana, camino de Canfranc. (FOTO: Rebeca Ruiz)
Ricardo Galtier-Martí, autor de Nadie se aperará en Turuñana, camino de Canfranc. (FOTO: Rebeca Ruiz)

«Siempre se ha negado que las estaciones de castigo existieran. Pero lo cierto es que Javier, tras un error cometido en su anterior destino ferroviario, por cuyas consecuencias perdieron la vida siete personas, es enviado a la fuerza a Turuñana, andén de un apartado difícilmente localizable (…) Eran los últimos años de la dictadura cuando el nuevo jefe de estación, su esposa y sus dos niños llegan a Turuñana en una gélida madrugada de enero, con la creencia de que van a un pueblo de dos mil habitantes. Pero pronto se darán cuenta del engaño…» (Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc. Ricardo Galtier-Martí)

Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc es el resultado de una afición muy madurada

Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc es el resultado de una afición muy madurada, inculcada en el autor por su abuela, que era maestra. «Desde muy pequeño, en un apartamento que teníamos en la playa, en Tarragona, me obligaba a pasar tres horas de digestión todas las tardes. Me ponía una libreta y me proponía escribir lo que fuera», recuerda el autor con cariño. El otro gran culpable de la novela que ahora ve la luz fue su abuelo, un prestigioso abogado jacetano que fue destinado forzosamente de aduanero en Canfranc.

De hecho, el libro está dedicado a ellos: a Leonor Martí Chía y a Antonio Galtier, con quien Galtier-Martí pasó muchas tardes en la Estación Internacional -ya cerrada- y donde se empapó del pesar que embargaba a su propio abuelo y a los ferroviarios, a raíz de la decadencia del Canfranc y del cierre paulatino de las dependencias de la estación en aquellos años.

Turuñana, en ningún lugar

Siempre quiso escribir una novela ambientada en Canfranc. Sin embargo, tuvo que pasar el tiempo para que saltara la chispa de nuevo a raíz del encargo de un trabajo de investigación por parte de la Universidad de Málaga sobre una vía férrea abandonada.

Durante este proyecto, y tras recorrer a pie los 50 kilómetros que separan Zuera de Ayerbe, Ricardo Martí-Galtier pasó una noche en Turuñana. «Fue fantasmagórica, con zorros aullando alrededor de la estación. Una noche larguísima de otoño. Y por la mañana, al mirar hacia atrás, me di cuenta de que el lugar me gustaba…», recuerda. Había descubierto el tercer ingrediente de lo que después se convertiría en su novela: la soledad.

Es en este punto donde el autor reconoce cierto paralelismo entre su vida personal y la de Javier, el protagonista principal de su libro: la evolución y la adaptación del hombre a las circunstancias. Y la capacidad de resilencia ante los escenarios más insospechados o ante las vicisitudes con las que, a menudo, sorprende la vida.

Las influencias del cine y la literatura en Nadie se apeará en Turuñana

La lectura sosegada de Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc, conduce al lector inevitablemente al esperpento de Valle Inclán, a la espontaneidad hecha perfección de La Colmena de Cela (1950) o a reminiscencias más cercanas, íntimamente relacionadas con autores aragoneses.

«El lector, sobre todo el altoaragonés, encontrará mucha influencia de El País de García, de José Vicente Torrente (1972), que retrata la sociedad de los años 50 en un viaje fantástico por el Alto Aragón -apunta Galtier-Martí-. También verá a Jiří Menzel, que obtuvo un Oscar a la Mejor Película Extranjera en 1967 por ‘Trenes rigurosamente vigilados’, y de su película ‘Tijeretazos’… O a Kusturica…» En definitiva, una amalgama, como recoge su presentación, de «humor inteligente, a raudales y sin destilar; esperpento, ironía, surrealismo, burla y ternura».

Ricardo Galtier-Martí (Jaca -Huesca-, 1965) estudió Geografía e Historia en la Universidad de Zaragoza. Vive en su ciudad natal, donde ha editado una veintena de libros de dichas disciplinas, divulgativos de los Pirineos, y de la genealogía y vida cotidiana de siglos atrás en el Alto Aragón.

Personajes inspirados en la vida jacetana

Los personajes de la Turuñana de Galtier-Martí están inspirados en la vida jacetana, y son fácilmente reconocibles para el lector que aborda la novela desde La Jacetania. «Son verdaderos; son gente conocida que ha sido importante en mi vida, y a la fuerza los he metido a convivir en esa estación, en una especie de Gran Hermano. Personas muy populares de Jaca que, casualmente, han caído por ahí», confiesa el autor.

La novela, en sí misma, es una crítica descubierta que apunta en distintas direcciones y que parte del propio escenario en el que se desarrolla la trama: «Un sitio alejado de todo, olvidado por las administraciones, olvidado por la autonomía aragonesa, donde se plantearon varias carreteras que nunca llegaron a hacerse… La ambientación es un poco como una autodefensa: los personajes están solos contra el resto del mundo», amparados en una especie de locura que lleva implícita una reflexión sobre asuntos tan de actualidad como la España Vaciada, el feminismo o la llegada de las libertades a principios de los años 70, momento histórico en el que se desarrolla la novela, y que no es más que la manera de rebelarse de sus protagonistas contra su propia historia.

Principio y fin de una gran historia: de Toral de los Vados a Turuñana

Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc tiene dos escenarios destacados: la estación aragonesa que le da nombre a la novela, y la estación leonesa de Toral de los Vados. Y la historia tiene ese punto de partida porque fue allí, precisamente, donde terminó Galtier-Martí tras perderse una noche de niebla mientras recorría el Camino de Santiago desde París, en 1993.

La novela Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc fue presentada por su autor al Premio Nadal en 1998, tras lo que quedó guardada en un cajón. Una serie de circunstancias, unos cuantos años más tarde y varias autoediciones cortas después, la novela acababa en Ediciones Mira. Ahora, la apasionante historia de esta estación de castigo, ubicada en ningún lugar, ve la luz en un momento en el que los asuntos que aborda están más de actualidad que nunca.

Próxima parada, Turuñana, camino de Canfranc.

Por Rebeca Ruiz

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