Coincidiendo con la festividad de Todos los Santos y del Día de Difuntos, desde el Museo Ángel Orensanz y Artes de Serrablo se ha organizado una actividad, en colaboración con el Taller Robin Cerámica, que consiste en elaborar una calabaza y colocar en su interior una vela. Así, se pretende recordar la costumbre que tenían, hace décadas, los habitantes de numerosos lugares de España y, en concreto, en estas montañas.
«Con esta actividad pretendemos que conozcan esta tradición los más pequeños y que se den cuenta de que, aunque en la actualidad Halloween se celebre por todo lo alto en nuestras ciudades (por la influencia de la televisión), hay fiestas en nuestro país con una raíz muy similar», explica Begoña Subías, directora del museo. Algo que refleja José María Satué en este texto:
La noche de Todos los Santos, llamada Noche de Ánimas
«La noche de Todos los Santos (1-2 de noviembre), como habíamos oído tantas veces en las veladas, debajo de la chimenea, que las almas de los difuntos vagaban libremente por las calles y los caminos, los niños nos metíamos en casa en cuanto se escondía el sol, a la hora que se acuestan las gallinas. Nos sentábamos en las cadieras, sin movernos de allí para nada, como si tuviésemos pegamento en la culera. No teníamos muy claro si era de mentira o de verdad, pues veíamos que también los mayores tenían la mosca detrás de la oreja (no lo tenían claro), y por si acaso procuraban no salir esa noche, con el fin de no encontrarse con ellas. Tenían bien grabada en su mente la aventura que les contaba Gabriel de Blas, en Escartín:
-Cuando mi padre era mozo, se le hizo de noche volviendo de la pardina de Niablas, a donde había ido para recolectar las patatas. En Las Lañas, ya en la entrada del pueblo, se encontró con una fila de almas embozadas en sábanas blancas, que bajaban desde el cementerio hacia el barrio bajo. Las caballerías se pararon en seco y él se quedó helado, temblando como las hojas con el viento. Le pareció que la última era Rebesinda de casa Unsens, que había fallecido diez años antes, pero no le dijo nada…»
Y en muchos pueblos se hacían algunas actuaciones para celebrar esa noche, como por ejemplo en Fuencalderas (Altas Cinco Villas). Cuando se iba a hacer de noche los mozos subían a la torre de la iglesia a voltear las campanas, para recordarles que ningún vecino podía salir de casa, si no era por motivos muy justificados, con el fin de que las almas pudiesen vagar con total libertad. Por si alguien osaba salir, colocaban en las esquinas y en los cruces de las calles unas calabazas huecas y con muchos orificios, como si fuesen cráneos, con una lucecita dentro. También colocaban en la torre lámparas, velas y candiles, para que las almas después de rondar por el pueblo, viesen el camino para volver al cielo, se explica desde el museo, cuyas próximas jornadas de puertas abiertas tendrán lugar los días 21 y 22 de octubre.