por Juan José Mairal Herreros
Ver botellón o macro botellón en nuestras plazas, calles y rincones de nuestras localidades o ciudades se ha convertido en algo usual y hasta “normal” dentro de las actividades de ocio y de relación de muchos, muchos de nuestros jóvenes y ahora ya también adolescentes incluso. Cada día más y a menor edad o más temprano en la vida diaria. Lo malo es que para muchos, muchos esta actividad de reunión y relación de amigos y pandillas se ha convertido en el fin y en el medio de fin de semana sí y fin de semana también.
Entre unos y otros la casa sin barrer. Estamos “permitiendo” que un porcentaje alto de nuestra juventud se inicie a edad temprana en el mundo del alcohol y no se hace nada o casi nada como si el problema fuera de otros o ni fuera importante.
Somos como alérgicos y temerosos a poner medidas, a tomar decisiones, a cumplir normas para parar esta sinrazón y esta barbaridad de inicio al alcohol y a las bebidas alcohólicas. Como vacunados ante el ver cada vez más jóvenes por los suelos y con comas etílicos tras una noche de borrachera y otra de resaca y borrachera para no variar.
El problema está allí, pero el problema es que seguirá en un futuro. ¿Qué será de estos jóvenes y adolescentes cuando ya no haya vuelta a atrás y sean alcohólicos de diario?, ¿Cuándo sean personas adultas que necesitan beber para estar bien y relacionarse bien?, ¿Cuándo tengan problemas de salud y padezcan enfermedades derivadas del consumo y abuso de alcohol en edades no muy lejanas?… Preguntas que nos hacemos ahora, pero a las que no ponemos remedio ahora. Y es que esta sociedad occidental es así, incitando a beber y haciendo creer que el consumo de alcohol es algo poco o nada pernicioso y grave, tolerable hasta en menores.
Los futuros alcohólicos están gestándose a día de hoy en los típicos botellones de calle, cada día más tumultuosos, recurrentes y populares. Algo está fallando en esta sociedad donde dejamos que nuestros jóvenes y adolescentes pillen su borrachera en forma de fin de semana y con permisividad encubierta.
Luego nos quejaremos y pondremos el grito en el cielo ante un problema que cada vez tiene más difícil su solución y el atajarlo por algún lado. No es cuestión de prohibir o de esconder el problema, es un problema de educar, de dar ejemplo, de hacer e insistir en campañas contra el consumo y abuso del alcohol, de hacer cumplir la ley, de ponernos todos de acuerdo: políticos, responsables sanitarios, medios de comunicación, educadores, padres,… para hacer ver a nuestros jóvenes que hay otros hábitos de diversión y de relación mucho más sanos y saludables y que están fuera del círculo y el espectro de unas botellas y unas litronas.
El tiempo corre en contra, evitemos entre todos que los comas etílicos, las borracheras o las resacas no sean la única posibilidad de que nuestros jóvenes se diviertan en nuestras calles. Y para eso todos debemos poner de nuestra parte. Hay que intentarlo, por nuestro bien y por el bien de ellos.