Desde su infancia, Mariajo Bescós ha tenido dos pasiones: la artesanía y la montaña. En su vida, una no se entiende sin la otra, y viceversa. Apostó por ambas, y a día de hoy es una de las grandes artesanas de la zona. Está en muchas casas -y establecimientos- de toda La Jacetania con su caligrafía, fofuchas y cuentos. Anda «todo el día con la montaña en la cabeza» porque «las raíces tiran mucho», principalmente con su Valle del Estarrún y su Esposa, lugar «donde empieza y acaba todo» para ella. Es su mejor embajadora. Con la creatividad como principal arma de trabajo, no solo se dedica a realizar obras, sino que también apuesta por una enseñanza artística basada en la socialización, compartiendo día a día su experiencia.

Mariajo Bescós, por amor al arte y a la montaña
La vida de Mariajo Bescós no se entendería sin sus dos pilares básicos: la artesanía y la montaña. Creció viendo el Estarrún y los picos más cercanos del Valle de Aísa, a la vez que comenzaba a forjar una creatividad muy especial. «Soy montañesa y artesana, pero no te sabría decir cuál va primera de las dos. De muy pequeña ya era las dos cosas a la vez», recuerda la protagonista.
Esa creatividad poco a poco comenzó a brotar, y se expandió a lo largo de toda La Jacetania. «Era un poco buscar la forma de sobrevivir, te obliga la vida porque quería quedarme aquí. Estudié en Jaca y, como quería estar por aquí, empecé a ver cómo podía compartir con todos mi creatividad. Me fui formando poco a poco y reciclando, hasta hacerme un hueco «, explica Bescós.
Pese a ser un proceso largo, nunca perdió su esencia. El amor por la montaña siempre estuvo presente, hasta que logró un pequeño hueco en un mundo tan complicado como la artesanía. «Al principio todo lo que hacía era probar con lo que tenía alrededor y me rodeaba», alega.
La enseñanza, otro de sus pilares
Otro de los aspectos importantes de la vida de Mariajo Bescós ha sido su gran labor en la enseñanza. Además de plasmar su artesanía, considera muy importante la divulgación.
«Llevo ya muchos años tratando de enseñar a la gente los valores que quiero compartir con mis piezas. He trabajado con muchos grupos de niños para, desde pequeños, inculcarles esa pasión por la montaña. Si no se trabaja así, es muy probable que se pierda», lamenta.

Conocer el entorno por medio de dinámicas, juegos, dances y dibujos, ese es el objetivo. «Esa es mi manera de enseñar lo que tengo. Por medio de la socialización, en grupo. Me encanta transmitir lo poco que yo tengo a los demás, y obviamente también recibir lo que los demás puedan aportarme», añade.
Prácticamente, con esta idea, ha recorrido toda la La Jacetania por medio de diferentes extraescolares e iniciativas para los más pequeños: «No es hacer una papiroflexia y ya; es que esa papiroflexia tenga un sentido».
Un último proyecto que ha sido un éxito en el Valle de Aísa
Su último proyecto, que fue todo un éxito, tiene que ver justamente con la enseñanza. A día de hoy, es dinamizadora en el Valle de Aísa -sí, su querido valle-. Durante el pasado verano, se propuso un reto ligado con el palotiau de la zona.
«Empecé a pensar, y me di cuenta que Aísa y Esposa no tenían palotiau. Y eso no podía ser. Impliqué a la gente hasta el punto de que en las fiestas de Aísa llegaron a salir 30 personas del pueblo tocando el palotiau, y en Esposa, 40. Fue un éxito que no esperaba y fue muy emotivo», subraya con una sonrisa en la boca.
Pese a la gran acogida, la iniciativa no se queda aquí: «Junto con un gaitero de la zona, estamos componiendo un palotiau propio para Esposa y otro para Aísa. Luego le añadiremos la coreografía». Una manera de unir la socialización, las costumbres, la montaña y el arte. Es la clara definición de Mariajo Bescós.
La caligrafía: uno de sus primeros y principales amores
Pese a aparecer en todos los ámbitos artesanales, si por algo es conocida la jacetana es por sus obras de caligrafía. Comenzó a raíz de los mercadillos medievales, y poco a poco fue desarrollando y perfeccionando la técnica, que a día de hoy es única. Una vez más, se hizo un hueco a partir de una apuesta artística propia.
«Mi caligrafía y letra está en prácticamente todos los sitios de la zona. Hay muchas veces que me preguntan si algo es mío, y dudo porque he hecho muchas cosas», comenta entre risas. En este aspecto, la piel de cabra es su ilustre aliada, que la convierte en la mejor embajadora de su perfecta caligrafía.

«La caligrafía sobre piel de cabra es muy complicada y necesita mucho trabajo. Recibo la piel entera, y el primer paso es elegir el trozo que coger y tratarla con lija y lejía para quitar la grasa. Después se pone en tensión, y es el momento de comenzar con la pluma», explica.
Con esta técnica ha realizado árboles genealógicos, escrituras de boda, pergaminos y hasta felicitaciones de cumpleaños o aniversarios. «Probablemente una de las piezas más emotivas que he hecho en toda mi vida fue cuando hice el documento de hija predilecta de Belén Luque, que es muy amiga mía», apunta.
«Las fofuchas fueron un ‘boom’ totalmente inesperado»
Otra de sus señas de identidad en la artesanía -de las muchas que tiene- son las fofuchas, las muñecas de Goma Eva personalizadas que inundaron Jaca hace unos años. «Son un proceso mucho más sencillo que la caligrafía. Fueron un ‘boom’ muy inesperado, ahora casi todo el mundo tiene«, destaca.
«Iba haciendo algunas fofuchas, porque me gustaban mucho los materiales y son geniales para la creatividad por todas las opciones que dan. Sin embargo, todo explotó a partir de las que hice de los cofrades de Semana Santa. No daba a basto de encargos, no se lo esperaba nadie», puntualiza Mariajo Bescós.

En este caso, la creatividad es clave: «Puedes hacer fofuchas con movimiento de mil personas y oficios diferentes, puedes personalizarlas al milímetro. Pese a ser un proceso más sencillo también lleva horas de forrar, pensar, pegar…». En el caso de Mariajo, sus fofuchas se caracterizan por tener los pies muy grandes, «digamos que es mi firma», dice entre risas.
Los cuentacuentos, una faceta más oculta de Mariajo Bescós
Además de su increíble mano para la artesanía, la jacetana también ha trabajado en otros ámbitos. Los cuentacuentos son una faceta suya la cual le gustaría «dedicar más tiempo».
Bescós hace dos versiones: cuentos contados y cuentos leídos – contados. Estos últimos, además de acercar la propia historia, lo acompaña con ilustraciones propias y un acompañamiento musical, como el violín. Al terminar, siempre suele llevar a cabo un taller en relación con el cuento: pintacaras, manualidades…

Como no podía ser de otra forma, todas sus narraciones esconden detrás un trasfondo que trata de inculcar y traspasar. «Me encanta la historia de Dragón Ramón, por ejemplo. Aquí todos los niños y niñas se van con una marioneta de un dragón a casa», desvela. También tiene historias propias, creadas por ella misma.
«La brujería siempre me ha acompañado»
«Siempre he sido un poco bruja, en el buen sentido de la palabra», alega. Y es que, desde siempre, Esposa, su pueblo, ha sido un lugar de refugio de brujas.
Desde pequeña, creció con decenas de historias sobre brujas a su alrededor, lo que hizo que en la actualidad el mundo de la brujería -y en particular, las brujas- sea una de sus pasiones. También, de vez en cuando, plasma esta relación en sus obras.
«Llevo a Iguácel en vena, ya sabemos lo que pasaba allí. En Esposa no había espantabrujas , así que no puedo ser más bruja. No creo en ellas, pero me encantan todos los mitos y leyendas que existen de ellas», subraya.
Mariajo Bescós:«El folklore es esencial y no se puede perder»
«Como amante de esta tierra, el folklore es esencial y no se puede perder», exclama Mariajo Bescós. Actualmente, forma parte del conocido grupo Gaiters de Chaca, aunque en el pasado también fue creadora del Grupo de Jota Uruel. Se podría decir, que, en un momento u otro, ha estado en prácticamente todos los grupos del folklore de la zona.
«El mundo del folklore es complicadísimo, y estamos en un momento que tenemos que poner todos de nuestra parte para que no se pierda. Cada vez que veo a alguien que he enseñado o ha compartido conmigo grupo, siento un orgullo enorme», sentencia.
Por Jorge Callau
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