Hace 25 años, Jesús Callejas y Mari Carmen Clavería tomaron el timón de La Estrella de Villanúa. Desde entonces, este establecimiento ha sido el lugar de encuentro de muchos vecinos, curiosos y excursionistas. Raúl y Vanesa, sus hijos, también se sumaron al negocio, un lugar emblemático del Pirineo Aragonés regentado al más puro estilo familiar. Un espacio acogedor, al que en verano se acercan cientos de visitantes, mientras que en invierno son los esquiadores los que lo inundan. Y donde el vino quemado es tan especial como su historia. Una receta única que guarda la familia y cuya fama llega mucho más allá de La Jacetania.

Navidad, como es habitual en nuestro territorio, es una de las épocas del año donde la clientela aumenta notoriamente. El principal culpable de ello en La Estrella es su conocido vino quemado. «Mi padre fue el que empezó a hacerlo cuando abrimos, y lo sigue elaborando ahora. Es una receta única, que por mucho que lo intentemos a nadie le sale como a él», comenta Vanesa, actual propietaria e hija de los impulsores.
La Estrella de Villanúa, una historia familiar con 25 años de vida
El restaurante La Estrella cuenta con más de 60 años de historia, siendo uno de los establecimientos con más solera de todo el Pirineo Aragonés. Hablar de Villanúa lleva a pensar, inevitablemente, en él. Pocos han subido a Astún o Candanchú sin hacer una parada en el ya emblemático establecimiento, uno de los primeros que abrió sus puertas en el Valle del Aragón.
Hace ya 25 años, el matrimonio formado por Jesús Callejas y Mari Carmen Clavería decidió tomar el timón del negocio, suponiendo un reto. A ellos dos se les sumarían sus hijos, Vanesa y Raúl, conformando un gran equipo -tanto dentro como fuera de los fogones-. Una familia hostelera, que durante más de dos décadas lo ha dejado todo por mantener la pasión.
2022, año del relevo generacional en La Estrella de Villanúa
Con la cercanía al cliente como principal característica de su trabajo, desde el primer momento el matrimonio y sus dos hijos se volcaron en cuerpo y alma en su restaurante, obteniendo cada vez más reconocimiento. El paso del tiempo hizo que, en 2022, Jesús Callejas se jubilase, dejando atrás una vida entera en hostelería. Como no podía ser de otra forma, fueron sus hijos, Vanesa y Raúl, los que pasaron a ser los propietarios.
«Nos costó bastante por la parte emocional que implica. Además mi padre era el cocinero, y es difícil encontrar a alguien con la mano de él. Nos estuvo ayudando algunos meses, hasta que ya dimos el paso y lo cogimos íntegramente mi hermano y yo», recuerda Vanesa.
Pese al relevo, La Estrella de Villanúa sigue siendo el lugar de encuentro de decenas de visitantes. «Sobre todo, la mayoría de clientela la tenemos en verano. Este último ha sido de los mejores desde que estamos aquí la familia, ha sido un éxito. Ahora para Navidad también recibimos bastantes reservas», añade la actual propietaria.
El vino quemado; el producto Estrella en esta época
Sin duda, mucha culpa de los clientes que recibe La Estrella en épocas navideñas la tiene su vino quemado casero. Desde sus inicios, este producto ha acompañado la Navidad a cientos de personas del Pirineo Aragonés. «Desde el Puente de la Inmaculada hasta la primera semana de enero, es la época más movida. De Año Nuevo a Reyes es lo más fuerte», aclara Vanesa.
A partir de mitad de diciembre, y hasta entrado enero, todo aquel que quiera puede acudir a La Estrella a degustar su ya tradicional vino quemado. «Siempre lo ha hecho mi padre, y aunque ahora esté jubilado lo sigue haciendo él porque a nadie nos sale igual. Tiene una esencia que se pierde si no lo hace él, sabe distinto», comenta.

Cada diciembre, Jesús Callejas prepara una remesa de unos 40 litros de vino quemado, siguiendo un proceso metódico que nunca ha cambiado. Todo comienza con una perola llena de vino , a la que se le añade un bote de miel, un kilo de azúcar y canela en rama. También las frutas tienen su importancia en el proceso: «Al vino se le añaden higos, orejones y pasas». Una vez hecha la mezcla, es momento de quemarla en los fogones.
A su vez, se pone a asar membrillo, peras de Roma y manzanas de Verde Doncella, que posteriormente se introducen también al vino. «Se suele dejar quemando sobre media hora o tres cuartos de hora, y una vez se termina lo dejamos reposar toda la noche. A la mañana siguiente lo metemos en garrafas y a la nevera», subraya Vanesa.
Mismos productos y varias remesas
Al ser un proceso con los pasos tan marcados, todos los años se utilizan los mismos productos provenientes de los mismos establecimientos «La fruta es siempre la misma. Como curiosidad, la fruta que hemos quemado y añadido al vino después también la servimos al cliente. Mi padre lo ha hecho toda la vida y está muy sabrosa», destaca.
Un producto que, pese al paso de los años, nunca pierde su clientela. «Hay bastante gente que viene para probar el vino quemado. Es un elemento propio de la zona, entonces muchos de fuera cuando lo prueban se ven tan sorprendidos que se llevan botellas enteras», añade la propietaria entre risas.
Pese a depender del público y de la cantidad de clientes, La Estrella en diciembre elabora varias remesas de vino quemado. «Hay años que con 80 litros vamos bien, sin embargo, otros años mi padre ha hecho más de 100. Varía un poco pero es una cantidad muy importante», señala.
Rabo de toro, manitas de cerdo y olla jacetana; platos que triunfan en La Estrella
Además del vino quemado en época navideña, La Estrella de Villanúa cuenta con otros platos que triunfan durante todo el año: rabo de toro, olla jacetana y manitas de cerdo. «Son productos que tenemos todo el año y que tienen muy buena acogida. El rabo de toro y las manitas las comenzó haciendo mi padre y el actual cocinero las borda también», sostiene.
Por otra parte, la olla jacetana es obra de la propia Vanesa. «Una buena olla jacetana tiene que tener legumbre, verdura y costilla de cerdo. Luego entra en juego la mano del cocinero y lo que se quiera añadir. Muchos clientes dicen que la de aquí está muy buena, lo que es un orgullo», añade.
Un futuro ilusionante para mantener el legado familiar
En la actualidad, La Estrella de Villanúa tiene un futuro ilusionante, el cual afronta con las ideas claras y sin dejar de olvidar el pasado y sus bases.
«Mis padres se han esforzado mucho en sus 22 años al frente. Con todo lo que han invertido aquí, no podemos permitirnos dejarlo pasar. Nos hemos criado en hostelería, es nuestra vida», sentencia Vanesa.
Y es que, con 25 años a sus espaldas, La Estrella mantiene intacta su esencia, haciendo de la familia un pilar fundamental que, día a día, transmite a sus visitantes por medio de su rabo de toro, su olla jacetana, sus manitas de cerdo y, sobre todo, su vino quemado.
Por Jorge Callau
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