La Guardia Civil en Pakistán: al Karakórum con la solidaridad en la mochila

Baín Gutiérrez, teniente jefe del GREIM de la Guardia Civil de Jaca, regresaba recientemente de Pakistán. Junto Álvaro Corrochano, militar del Ejército de Tierra destinado en el Refugio Militar de Candanchú, y a Óscar Cardo, bombero del Ayuntamiento de Albacete, participaba en una expedición al Karakórum para instruir a guías de montaña y porteadores en Hushé, una de las zonas más pobres e inhóspitas del planeta. Allí, a más de 5.000 metros de altura, la prioridad es la supervivencia. De la mano de la Fundación Sarabastall, la Guardia Civil ha llevado hasta el techo la mundo la solidaridad en la mochila.

Baín Gutiérrez, teniente jefe del GREIM de la Guardia Civil de Jaca, regresaba recientemente de Pakistán. (FOTO: Rebeca Ruiz)
Baín Gutiérrez, teniente jefe del GREIM de la Guardia Civil de Jaca, regresaba recientemente de Pakistán. (FOTO: Rebeca Ruiz)

Hasta Pakistán con la solidaridad en la mochila

Hasta el Karakórum pakistaní ha viajado Baín Gutiérrez, teniente jefe del GREIM de la Guardia Civil de Jaca (Comandancia de la Guardia Civil de Huesca) con la solidaridad en la mochila. Baín, junto a Álvaro Corrochano, militar del Ejército de Tierra destinado en el Refugio Militar de Candanchú; y Óscar Cardo, bombero del Ayuntamiento de Albacete, formaba parte de una expedición de la fundación sin ánimo de lucro de Caspe (Zaragoza) Sarabastall.

El desafío pasaba por instruir a guías y portadores, con la finalidad de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida. Para ello, han contado con la colaboración, en el terreno, del experimentado expedicionario y periodista Sebastián Álvaro (Al filo de imposible, de TVE).

La Fundación Sarabastall trabaja en el valle de Hushé, una de las zonas más pobres Pakistán, desde hace más de dos décadas, centrándose fundamentalmente en la educación a menores, la sanidad y la agricultura. Hace tres años puso en marcha un ambicioso proyecto de cooperación en el medio montañoso, mediante la formación a los guías de montaña, porteadores de altura y personal del Gondogoro Rescue Team (que dan asistencia y apoyo a los montañeros que tratan de ascender o circundar sus majestuosas montañas: K2, Broad Peak, Gasherbrum I y II, entre otras muchas).

El valle de Hushé está arropado por los ochomiles del techo del mundo

El valle de Hushé, por encima de los 3.000 metros de altura, está arropado por los ochomiles del techo del mundo. Un territorio, hollado por el río que le da nombre, que atraviesan la mayoría de las rutas de las expediciones y los trekking de altura -es el camino más rápido- en torno al Masherbrum, al K2, al Broad Peak y a los Gasherbrum. Un lugar salvaje, tan bello y tan impactante como la pobreza que lo rodea. Donde ser porteador o guía no es una elección; es una necesidad. Con apenas 15 años, los niños dejan de ser niños para lanzarse, en los escasos meses que dura el verano en este lugar, a una batalla feroz contra la montaña.

A unos pocos euros el porteo, los hombres de las aldeas de Hushé aseguran la supervivencia de su familia durante el resto del año. Sin apenas formación, más allá que la experiencia de sus predecesores. Curtidos por la dureza del medio más hostil. Con la muerte acechando a cada paso. Subiendo casi descalzos por encima de los 5.000 metros y tratando de ignorar el mal del altura. Dejándose la piel, literalmente, en los meses de buen tiempo. Porque cuando los miras, detrás de su sonrisa eterna como el hielo que los rodea, posiblemente te quedas corto si les echas 20 años más de los que tienen cuando juzgas su aspecto por sus arrugas y sus cicatrices.

El alto número de accidentes llevó a la Fundación Sarabastall a intentar frenar la situación en el valle de Hushé

La siniestralidad, en estas condiciones, es brutal. Ni siquiera se sabe cuántos han muerto. O cuántos no volverán. Porque más allá de los seis o siete mil metros de altura, cualquier pequeño contratiempo es fatal, recuerda el teniente Baín. Se le llama la zona de la muerte. No hay rescate. No es posible. La montaña no lo permite. Y por debajo, hay que tener suerte para no volver, como mínimo, con congelaciones que terminarán en amputaciones de varios dedos.

Fue precisamente este número de accidentes -gran parte de ellos, evitable- lo que llevó a Sarabastall a intentar hacer algo. Y aquí entran Baín Gutiérrez y sus compañeros, Óscar Cardo y Álvaro Corrochano. A lo largo de un mes, formaron a 30 guías de montaña, porteadores de altura y miembros del Gondogoro Rescue Team. Además, colaboraron en el reequipamiento de seguridad de este collado, el Gondogoro La (un paso técnico y muy peligroso, pero muy utilizado, a 5.622 metros, al que se accede a través de una morrena de glaciar y progresando entre seracs con desprendimientos continuos de rocas).

Colocaron cuerdas y anclajes, y topografiaron y reseñaron esta instalación de 700 metros de longitud. No pudieron hacer tanto como pretendían, reconocen. Y es que, entre otras aventuras, les perdieron las brocas de los taladros durante el viaje,  lamenta el guardia civil. En Hushé hay un dicho que se traduce por puedes hacer las cosas… o no. Y eso hicieron. Lo que se pudo.

Sobra decir que es muy complicado moverse a esa altitud. La falta de oxígeno pasa factura y por encima de los 4.000 metros cuesta trabajo respirar hasta cuando se descansa por la noche en la tienda. Y como dice el teniente, es difícil ponerse en situación desde el punto de vista del pirineísmo. Incluso para ellos, expertos y muy preparados, cada día llegaba con un nuevo reto.

Los occidentales van muy preparados; los porteadores y los guías, no

La formación solidaria de Sarabastall estaba dirigida, sobre todo, a la población local. Como explica Gutiérrez, que llegó a Pakistán en comisión de servicio y de la mano de Sebastián Álvaro, «al final, los occidentales que van allí pueden tener accidentes, como todo el mundo. Pero van muy preparados. Sin embargo, hay muchísimos accidentes entre guías y porteadores», que apenas cuentan con medios y desarrollan su labor de una forma muy precaria, lo que aumenta las posibilidades de que tengan que enfrentarse a problemas graves.

De hecho, durante su estancia, el jefe del GREIM de Jaca y sus compañeros dieron apoyo sanitario en el campamento de Khuspang (4.700 metros) a 21 personas con distintas afecciones médicas. Entre ellos, a un porteador aquejado de mal de altura de carácter muy grave, administrándole medicación y que tuvo que ser evacuado por personal pakistaní de la zona.

«Es Pakistán; y allí se empieza desde cero»

«La formación era muy básica. Es Pakistán, y allí se empieza desde cero. Sobre todo, porque tampoco hay medios. Muchos de los porteadores ni siquiera llevan crampones ni piolet. Les enseñamos a hacer la mochila, o les explicamos qué es lo que tienen que llevar. A encordarse y a hacer nudos; o a colocarse un arnés. A saber qué deben llevar agua, abrigo,… que tienen que poner el peso de la mochila abajo,… incluso, les explicamos por qué tienen que llevar mochila», señala el guardia civil.

En este sentido, los españoles asesoraron y participaron en la instalación de una tirolina en el Hushé, en Saicho. La fuerza del agua había destruido un puente muy necesario para el paso de cientos de personas y mercancías entre las dos orillas. Así que resultaba fundamental para superar el río, un paso estratégico para progresar por el valle.

La mentalidad… y las prioridades en Pakistán

En Pakistán es tradicional que los porteadores lleven una especie de atalaje, una estructura metálica que se atan a la espalda con dos cuerdas. Sólo los que han interactuado durante más tiempo con occidentales llevan mochila. Para el resto supone casi un ataque a su orgullo plantearse que hay mejores formas, y más seguras, de hacer su trabajo.

Así es que, además de formarlos, era necesario enfrentarse a una mentalidad que es consecuencia del aislamiento de un pueblo que sobrevive en uno de los lugares más inhóspitos del planeta. La misma mentalidad que les lleva a vender las prendas de Goretex o los crampones con los que, en ocasiones, les equipan las expediciones occidentales. Pero, como dice el guardia civil, «¿cómo van a pensar en su seguridad si saben que en mercado de Skardu lo van a vender por cien euros con los que van a dar de comer a su familia medio año?».

«Me sorprende lo duros y lo nobles que son los pakistaníes»

«Cuando llegas al valle de Hushé te llama la atención lo bonito que es, lo salvaje que está todavía. Me sorprende, de los pakistaníes, lo duros que son, porque además no son muy altos, enjutos. Viven en casas de piedra con los suelos de arena. Pero son muy nobles, muy amables. Y no sucede como en otros lugares, no van a timar al occidental», apunta el teniente Gutiérrez. «La expedición nos ha enriquecido mucho a los tres. Ha sido una bofetada de realidad, a nivel personal. A nivel profesional, hemos trabajado en altura, y hemos visto lo diferentes que son allí los rescates y su planificación», añade.

Una aguja virgen y un homenaje al GREIM y a la Fundación Sarabastall

Baín Gutiérrez y sus compañeros han protagonizado otras actividades de montaña durante su estancia en Pakistán. Entre ellas, la primera ascensión de escalada en libre de una aguja virgen de granito de 5.270 metros, en la zona de Khuspang. Era bautizada como Sarabastall Braq por la ruta del GREIM, como homenaje a la importante labor que realiza la fundación en Pakistán y a los grupos de rescate españoles.

Por otra parte, también mantuvieron reuniones con los responsables del Parque Nacional del Karakórum (CKNP) y del Comité del Valle de Hushé, para exponerles la problemática de los accidentes en la zona y la manera de poder minimizarlos.

Y es que esta expedición no termina aquí. Nació con vocación de continuidad y pretende convertirse en los primeros pasos de un proyecto que se consolide en el tiempo y que pueda servir para mejorar la vida de las personas que habitan el lado del mundo más desfavorecido. Porque a veces, la solidaridad también se puede llevar en una mochila. O si no, que se lo pregunten a los GREIM de la Guardia Civil.

Por Rebeca Ruiz.

Imágenes: Guardia Civil

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