García Montero reivindica en Jaca la necesidad de reflexión ante las prisas de la sociedad actual

Con un alegato en defensa de la poesía y de la reflexión frente a la vorágine de una sociedad en la que «el conocimiento y la información pueden ser sustituidos por la comunicación de bulos y por la separación de la realidad y las creaciones virtuales que falsean la mirada», el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, inauguró el pasado viernes los Cursos Extraordinarios de Verano de la Universidad de Zaragoza en Jaca. El escritor, al que el recuerdo de las conversaciones con su padre le traslada al momento en el que Federico García Lorca terminó cantando al piano en la residencia universitaria tras suspenderse el estreno de Fuenteovejuna con La Barraca, reivindica la necesidad de que «las humanidades nos enseñen a conservar la memoria y la experiencia humana, en diálogo después con la ciencia y con la técnica, resistiéndose a convertir el tiempo en una mercancía de usar y tirar».

Una reflexión sobre la sociedad a partir de la poesía

«Reflexionar sobre la poesía significa para mí -asegura García Montero- reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos». Por eso, cuando la Universidad de Zaragoza le propuso inaugurar los prestigiosos cursos de verano de Jaca, el director del Instituto Cervantes no dudó en poner sobre la mesa un tema que le permitiera mezclar sus reflexiones con su vocación como profesor a lo largo de más de 40 años.

Junto a José Antonio Mayoral, rector de la Universidad de Zaragoza; Yolanda Polo, vicerrectora de Cultura y Proyección Social; Carmen Marta-Lazo, directora de los Cursos Extraordinarios, Vicente Lagüéns, director de los Cursos de Español como Lengua Extranjera; y Carlos Serrano, alcalde de Jaca, García Montero pronunció el pasado viernes la conferencia inaugural de los 97 Cursos de Verano de Jaca en el salón de actos de la Residencia Universitaria, que se quedó pequeño para el público asistente.

«La poesía enseña a uno a ser dueño de la propia conciencia»

La poesía, asegura, «enseña a ser el dueño de la propia conciencia, a ponerse uno en duda. A intentar no ser adoptado por los dogmas sin aceptar los matices, la diversidad y reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos». Por eso, García Montero reivindica «el diálogo entre la técnica, la ciencia y las humanidades al servicio de la dignidad humana».

«Las prisas suelen ser aliados de los bulos»

Luis García Montero, su padre y su relación con Jaca

Hay que buscar en las raíces familiares para encontrar la relación de Luis García Montero con la ciudad de Jaca. Su padre, que nació en Burgos, se formó en la Academia General Militar de Zaragoza. Su primer destino fue Jaca como esquiador y escalador y se trasladó, posteriormente, a Granada. «Fue en Jaca donde mi padre se especializó en la nieve que lo llevó a Granada, de norte a sur. Yo hablaba mucho de ello con mi padre y la memoria personal forma parte de un azar que va dando forma a tu identidad, que se va construyendo en contacto con la historia y con la sociedad», recuerda el escritor.

«Cuando empecé a estudiar lo que significó la Universidad en los años veinte y treinta, en la República, lo que supusieron los cursos de verano (primero en el Centro de Estudios Históricos; después, en Jaca y en Santander) -continúa-, yo daba clases de Federico García Lorca y de pronto me acordaba de la experiencia de mi padre cuando descubría que García Lorca vino con La Barraca a Jaca y no cabía la gente para ir a ver el espectáculo teatral -ante la aglomeración de público se suspendió la representación de Fuenteovejuna en el Casino Unión Jaquesa-. Y, si no recuerdo mal, Federico acabó tocando el piano y cantando en la residencia de los cursos de verano de Jaca.

El tiempo como mercancía de usar y tirar

De manera que se envuelve lo personal y lo histórico; y por eso es tan importante que las humanidades nos enseñen a conservar la memoria y la experiencia humana, en diálogo después con la ciencia y con la técnica, y que se resistan a convertir el tiempo en una mercancía de usar y tirar. Porque en la Universidad nos dedicamos a desarrollar la experiencia humana para imaginarnos el futuro más digno posible», explica García-Montero, más allá del papel de ésta de ser un mero transmisor de conocimiento entre maestros y discípulos.

El idioma español en el extranjero y los cursos de verano de Jaca

El director del Instituto Cervantes evoca la memoria de Ramón Menéndez Pidal y la importancia de los cursos de español para extranjeros que el prestigioso filólogo español de la Generación del 98 comenzó a impartir en 1912 desde el Centro de Estudios Históricos, después de recorrer distintas universidades norteamericanas.

Menéndez Pidal, recuerda García Montero, «comprendió que la manera de establecer puentes era aprovechar los veranos para que vinieran a España a estudiar alumnos de universidades extranjeras. La primera universidad que asumió la posibilidad de unos cursos estables no ya para enseñar español, sino para difundir otros conocimientos, fue la Universidad de Zaragoza, con los Cursos de Verano de Jaca», en 1927. Antes, incluso, de los Cursos Internacionales de Verano de la Universidad de Santander, que llegarían en 1932.

Fueron precisamente las experiencias del Centro de Estudios Históricos, de Jaca y de Santander las que sentaron las bases de la importantísima labor que hoy desempeña el Instituto Cervantes en lo que su director considera un enriquecedor «viaje de ida y vuelta (…) enseñando español y llevando la cultura española al extranjero».

Así, es fundamental el rol de puente de las universidades -con las que el Instituto Cervantes va de la mano- para enseñar español en el extranjero y que después aquellos alumnos puedan venir a España a completar sus estudios. En este sentido, García Montero destaca que «es muy importante el papel que tiene la Universidad de Zaragoza en la enseñanza de español en países como China».

Sobre el Instituto Cervantes

Por Rebeca Ruiz

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