Javier Lázaro nos presenta a tres mujeres que fueron fundamentales en la consolidación del Reino de Aragón durante los siglos XI y XII. Si en la primera entrega nos acercaba a la figura de Sancha de Aibar, hoy le toda el turno a Sancha Ramírez, la condesa Sancha. La apasionante historia de una mujer capaz de dirigir monasterios masculinos, gobernar temporalmente el Obispado de Pamplona y prestar un apoyo fundamental para el rey Sancho Ramírez en la reforma de la Iglesia. No te pierdas la semblanza de esta gran mujer, clave en la historia del Reino de Aragón, y que precisamente acaba de protagonizar la segunda edición de las Jornadas Jaca Reino y Leyenda.

El rey Ramiro I tuvo un primer hijo natural de su relación con la dama Amuña de Barbenuta, al que pusieron el nombre de Sancho y que pasaría a la historia como el conde Sancho Ramírez. Posteriormente, y de su matrimonio con Gisberga (que cambió el nombre por el de Ermesinda), nacieron dos varones y tres mujeres: Sancho, Sancha, García, Urraca y Teresa (o Taresa). Tras la muerte de Ermesinda, Ramiro I casó nuevamente con Inés de Poitou estrechando los lazos con Aquitania.
Dentro de la política de alianzas habitual en las monarquías, Ramiro I buscó la del conde de Urgell -que era el condado más poderoso de los catalanes- estableciendo un doble compromiso. Al joven y futuro rey Sancho Ramírez lo casó con Isabel la hija del conde de Urgell Ermengol III, a la vez que éste -viudo- se casaba con Sancha, la mayor de las hijas de Ramiro I.
Sancha, condesa de Urgell
Poco después, el primero de los varones legítimos sería el rey Sancho Ramírez, el segundo García sería obispo de Jaca y la primera de las hijas, Sancha, sería condesa de Urgell por su matrimonio entre 1060 y 1062.
En 1065 la condesa Sancha quedó viuda cuando su marido murió combatiendo a los musulmanes en el sitio de Barbastro. Dos años después, dejando ordenados los asuntos catalanes y a su hijastro Ermengol IV como conde de Urgell, regresó a Aragón a la edad de 20 años.
En Aragón, el rey Sancho Ramírez, a la muerte de su padre Ramiro I, heredó un reino en plena consolidación y crecimiento que estaba rodeado de otros reinos y condados vecinos que suponían un peligro.
En 1075 el rey viajó a Roma, donde hizo a Aragón feudataria del Papa, con lo que conseguía su protección y a cambio adquiría el compromiso de abordar una reforma religiosa. La realización de esa reforma, que ya imperaba en otros reinos europeos, suponía el cambio del tradicional rito hispano (o mozárabe) al romano, y generaba fuertes reacciones en el clero.
Los retos del rey Sancho Ramírez y el apoyo de su hermana Sancha
A Sancho Ramírez se le acumularon un conjunto de problemas: la consolidación y organización del reino, la incorporación de Navarra, la conquista de nuevos territorios dominados por la taifa de Zaragoza y el cambio dentro de la Iglesia. Ante esta difícil situación el rey encontró el gran apoyo en su hermana la condesa Sancha.
Las II Jornadas Jaca, Reino y Leyenda ponían en valor el papel de Doña Sancha con un espectacular y estremecedor monólogo de la actriz Cecilia Ramón Marcuello, dentro del proyecto de recuperación de la historia del nacimiento del Reino de Aragón producido y dirigido por Tonio L’Hotellerie.
El impulso al Monasterio de Santa Cruz de la Serós
Al poco de su retorno a Aragón en 1070, Sancha había recibido la donación de los bienes de su abuela Sancha de Aibar, cuyo destino final debía de ser el Monasterio de Santa Cruz de la Serós. Desde ese momento, la condesa Sancha, sin tomar los hábitos, adoptó la vida monacal. Y aún habiendo ya una abadesa, asumió la dirección del monasterio, como queda reflejado con su firma en diversos documentos de compras y donaciones.
De esta manera, la condesa doña Sancha impulsó el desarrollo del primer monasterio femenino de la casa real de Aragón, creado por su padre Ramiro I y dotado económicamente por su abuela Sancha de Aibar.
La condesa Sancha, obispo de Pamplona
La condesa Doña Sancha combinó la vida monacal con una importante actividad pública, siempre al servicio de su hermano el rey Sancho Ramírez. En 1080 y durante dos años gobernó el obispado de Pamplona anteriormente ocupado por su hermano García. El documento señala que ocupa el obispado in conmendatione de sus hermanos.
Asimismo, su hermano el rey Sancho le encomendó que, sin destituir a sus abades, dirigiera el monasterio de San Pedro de Siresa, y en otros momentos los de San Úrbez de Nocito, Santa Cristina de Somport y el de Tiermas.
Ya casi al final de su vida, la condesa Doña Sancha aparece confirmando documentos como la consagración de la Catedral de Huesca y unas donaciones al monasterio de Saint-Pons de Thomières. Es decir, durante la mayor parte de su vida, un inmenso trabajo al servicio del rey y del Reino.
Falleció en 1097, y sus restos permanecen hoy en un sarcófago, que quizás por su encargo, se realizó posteriormente y donde se han hallado junto a sus restos los de sus hermanas Urraca y Taresa y los de la abuela Sancha de Aibar.
La condesa Doña Sancha, una mujer capaz de dirigir monasterios masculinos, gobernar temporalmente el obispado de Pamplona, y de prestar un apoyo fundamental para el rey Sancho Ramírez en la reforma de la Iglesia, otro de los pilares de la consolidación del reino.
Por Javier Lázaro
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