JACETANIA EXPRESS

Dejadnos a Oroel tranquilo. Por Miguel Egaña

Dejadnos a Oroel tranquilo. Artículo de opinión de Miguel Egaña.

Dejadnos a Oroel tranquilo. Por Miguel Egaña.
Dejadnos a Oroel tranquilo. Por Miguel Egaña.

«Dejadnos a Oroel tranquilo»

Desde que se han sabido las intenciones tanto del Ayuntamiento de Jaca como de la Mancomunidad del Valle del Aragón de construir en el parador de Oroel algo que ellos han bautizado como “Oroel Park” se han producido muchas reacciones, comunicados, explicaciones, protestas y alegaciones al respecto. Algo normal, teniendo en cuenta que muchos pensamos que la ejecución de este proyecto lleva consigo la “ejecución” del entorno de nuestro querido Monte Oroel, tal y como lo conocemos.

Dejo para gente con más capacidad y conocimiento los asuntos técnicos de todo lo que supone realizar lo que está en proceso de licitación, los impactos que tendrá en el terreno, las actuaciones necesarias para ejecutarlo, parece que algunas irregulares, que se cometerían en una zona protegida y otros muchos aspectos que ya se están cuestionando tanto en redes sociales como por vías legales. Hay gente muy preparada que lo va a hacer muy bien para no dejar que se cometa esta insensatez. Yo me quiero centrar en lo que me pide el alma que os cuente.

«El sinsentido del proyecto empieza en el mismo momento en que lo quieren vender como un parque temático (…)»

El sinsentido del proyecto empieza en el mismo momento en que lo quieren vender como un parque temático (por el nombre, los planos con zonas como si fuera un parque de atracciones, dibujitos, plataformas, redes, carteles, áreas de juegos y entretenimientos a base de plataformas, juegos modulares, castillos de madera, entre otros elementos), pero resulta que cuando la población se posiciona en contra, esos mismos que llevan tiempo planificando este “proyecto estrella” se justifican diciendo que no es para tanto; que son estructuras y toboganes con áreas de juego similares a los de la pradera de San Indalecio (que, por cierto, ya no están).

Hace pocos días estuve por el parador, antes de que saltara esta preocupación por lo que se quiere hacer allí. Creo hablar en boca de todos los jacetanos cuando digo que siempre que nos escapamos a ese lugar es para vivir unas horas de desconexión de lo que significa Jaca en momentos de alta afluencia porque, aunque es cierto que cuanta más gente hay en Jaca también hay más gente que se acerca al parador, esa sensación que se te mete en el cuerpo conforme te adentras en el “corazón” de nuestra Peña Oroel que te inunda de paz y libertad no te la quita nadie.

Llegar a aparcar en la explanada, salir del coche, respirar el olor a pino húmedo, levantar la vista y ver a nuestro imponente Monte esperándonos desafiante, mientras solamente se escucha algún “pajarico” y poco más, es algo que siempre hemos tenido ahí para cuando lo hemos necesitado.

«He leído que “está abandonado”, aunque para nada da esa sensación. Lo que sí que está es tranquilo, sin ruido, puro»

He leído que “está abandonado”, aunque para nada da esa sensación. Lo que sí que está es tranquilo, sin ruido, puro. En definitiva, lo que tiene que ser un monte en plena naturaleza, que es realmente lo que todos queremos que continúe siendo.

Queremos que sea un escape al trajín de los turistas que nos “azotan” durante cada vez más parte del año. Turismo del cual todos vivimos, no lo niego; pero que también “sufrimos” cuando éste nos desborda en los momentos en los que “ya no caben más” y es una odisea ir a comprar, a aparcar, a tomar algo, a dar una vuelta… Pero si vamos y montamos un tinglado, sea el que sea, para fomentar un “uso” en donde los urbanitas se puedan subir a estructuras modulares infantiles y otros “divertimentos”, pues ya dejamos de tener un lugar tranquilo para pasar a tener otro “Park” más en donde nunca ha sido necesario ni tampoco lo es ahora.

¿Por qué tenemos que renunciar a sentarnos en unos bancos de piedra, rodeados de pinos y de tasca para pasar un día tranquilo en el monte, bajo la atenta mirada de nuestra montaña mágica? ¿Es imprescindible que haya una turba de turistas para rentabilizar un establecimiento de restauración que (este sí) está abandonado de la gestión municipal porque no es rentable? ¿Hay que “invertir” obligatoriamente unos fondos denominados Next-Generation para que, precisamente, nuestras generaciones futuras ya no puedan sentir lo que hemos sentido todas nuestras vidas al llegar al parador a respirar paz?

Estamos de acuerdo en que lo que se quiere hacer no es propiamente un parque de atracciones, pero tampoco son los “cuatro columpios” que dicen para poner en valor un entorno desconocido para el turista “tipo” …   ¿Y qué problema hay en que lo sea?

«Quizás lo amamos porque está así y lo sentimos “nuestro”, ¿Para qué cambiar algo que nos gusta y que nos llena?»

Quizás lo amamos porque está así y lo sentimos “nuestro”, ¿Para qué cambiar algo que nos gusta y que nos llena? ¿Quién se beneficia?

Los ciudadanos elegimos a unos representantes para que piensen en nosotros y tenemos la obligación de decirles cuando se están equivocando, y ellos tienen la obligación de escucharnos y de rectificar cuando sea necesario y no de “tirar para adelante”. Lo contrario, amigos míos, se termina pagando en las urnas cuando el daño ya está hecho y no se puede volver atrás, y si se puede, es a base de perder dos de los tesoros más importantes que tenemos. Uno, el tiempo perdido, porque no vuelve; y otro, el dinero gastado que siempre hace falta para otros aspectos mucho más importantes en la vida de una sociedad.

Queda poquita esencia de lo que siempre ha sido la “Jaca y su Jacetania” que todos los que ya tenemos unos años hemos conocido y disfrutado, tanto los que seguimos viviendo aquí como los que tuvieron que marchar y siempre que pueden vuelven a “cargar pilas” a su ciudad natal y la llevan en el corazón y, sin duda, una de ellas es el Monte Oroel con todo lo que supone y todo lo que representa.

Miguel Egaña: «No nos apetece tener que “descartar” ir al parador porque está petado, no se puede aparcar y parece una calle de Salou»

No nos apetece tener que “descartar” ir al parador porque está petado, no se puede aparcar y parece una calle de Salou. No creo que nadie quiera eso. Y si no es ese el objetivo ¿Cuál es? ¿Tener alicientes para ir con nuestros hijos al monte? ¿Qué allí no hay tirolinas ni juegos de cuerdas para que se diviertan? Entonces quizás no es el sitio al que tenemos que llevarlos.

A Oroel hay que llevarlos para que aprendan a amar a la montaña, a descubrir el medio ambiente tal y como es, a respetar la tranquilidad de un entorno virgen que no necesita de nada más para ser disfrutado y enseñarles ese punto de partida, limpio y transparente, desde el que arrancan las 33 curvas que nos separan del collado que corona la Cruz de la Peña Oroel, por la que tanto suspiramos en nuestro día a día mirándola de reojo cada vez que necesitamos un respiro y una huida de la rutina que nos marca vivir en un lugar, muchas veces “invadido por los turistas”.

Os pedimos, por favor, al menos, dejadnos a Oroel tranquilo.

Por Miguel Egaña

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