JACETANIA EXPRESS

Por el Néouvielle de Obélix: Pirineo en estado puro

Hasta el Néouvielle de Obélix nos lleva David Ruiz de Gopegui en una experiencia espectacular vivida desde dentro. El Pirineo, en estado puro.

Hasta el Néouvielle de Obélix nos lleva David Ruiz de Gopegui en una experiencia espectacular vivida desde dentro. El Pirineo, en estado puro.

El Néouvielle de Obélix

Ya han pasado unos días sin pasarme por aquí, a dejar un poco esa huella escrita de la magia Pirenaica. Y es que hoy me apetece acercaros un puñado de momentos saliendo un poco de La Jacetania y el Alto Gállego, a rumbo de diario. Nos vamos unos días aquí, al otro lado. A seguir demostrando que eso de que para conocer el Pirineo necesitaríamos muchas vidas.

Y rumbo más al norte nos encaminamos a las montañas del Parque Nacional de los Pirineos en nuestro país vecino. A ese rincón que siempre merece la pena visitar y que hasta bien entrada la primavera guarda nieve y un blanco perpetuo. Hablamos de la reserva natural del Néovielle.

«Quién quiere viajar más lejos teniendo estos valles salvajes donde se resguardan aún numerosas parejas de urogallos…»

Atravesamos el Somport junto a mi amigo Luis, buena música y mejor conversación. La incertidumbre y la ilusión de entrar a estas montañas por un rincón desconocido para nosotros le da sabor a esta escapada. Quién quiere viajar más lejos teniendo estos valles salvajes donde se resguardan aún numerosas parejas de urogallos o algunas colonias de lagópodos alpinos, que tanto deseo observar desde hace días. Y es que la primavera ha llegado de lleno al valle, pero allí arriba aún lo domina todo el frío.

Encaminados hacia el famoso Coll del Tourmalet nos sorprende esa falta de nieve en las cotas bajas, donde las estaciones de esquí (con más pasado que futuro, como decía mi amigo Arriel) empiezan a cerrar sus puertas. Es tiempo de reinventarse. También de decidir si botas o zapatillas. Positivos y confiados elegimos la primera de las opciones y echamos a sudar.

«Qué locos están esos romanos…»

Tras dos horas a pie, cargando mochila y esquís de montaña a la espalda, volvemos a escuchar un helicóptero (creo que es el cuarto de la tarde) de grandes dimensiones que apoya sus patines sobre una de las agujas del circo glaciar. La estampa es impresionante; parecen muy hábiles a los mandos de la nave. Aunque a mí me viene a la cabeza Obélix y esa frase suya de “qué locos están esos romanos”.

Al mismo tiempo dejamos de oír el canto del acentor y el pulular del carbonero garrapinos se oculta bajo el ruido de las aspas. Por no hablar de ese animal tan sensible que es el urogallo, tan cercano a esa zona de quietud por donde estamos pasando… no me entra en la cabeza. Es el juego de las contradicciones… Aunque sí, los franceses estarán muy bien protegidos gracias a la habilidad de su Ejército del Aire. Quizás habría que ponerse de acuerdo con todas estas decisiones políticas, de conservación, de protección, de defensa… Porque ellos solos están tirando piedras sobre su tejado.

«La tarde se torna amarilla y llegamos a este refugio ‘moderno’ de Aigues Cluses»

La tarde se torna amarilla y llegamos a este refugio “moderno” de Aigues Cluses donde nos atiende Julián… que nos saca el calzado numerado y nos recibe con una sonrisa de esas que muchas veces escasean en los refugios de montaña. Es la mejor hora del día para secar las pieles del foca al sol, calcetines y el sudor merecido de una tarde de descubrir para nosotros.

Y tras una cena fantástica el postre viene acompañado de queso francés y el parte meteorológico del día. Sorprendente la pasión de Julián, que se preocupa de esta forma en los “quehaceres” de mañana de sus inquilinos, apostando por la seguridad y aconsejando a todo aquel que tiene dudas de su plan para mañana, como es nuestro caso.

El surtido de la noche viene acompañado del humor de Julián, su forma de ver las cosas y cuidar tanto este refugio moderno. “Modernismo” que diríamos en Aragón. La verdad que conociendo los espacios de este refugio me vuelvo a plantear si vamos por el buen camino . Desde luego estamos ante un “hotel” de montaña , con toda clase de lujosas estancias, sostenibles y adaptadas. Pero me pregunto si todo esto es necesario, y si es aquí también el sitio donde debemos plasmar nuestra “civilización inclusiva, adaptada y energéticamente independiente”. Sin ánimo de ofender a nadie, os invito a subir a conocer a Julián, que es uno de esos “refugieros” a los que apetece volver a ver, y que cada uno juzgue por sí mismo.

«Hay silencio en la mañana, y el sol tímido regala las primeras luces del día al compás de un bizcocho de zanahoria merecido»

Hay silencio en la mañana, y el sol tímido regala las primeras luces del día al compás de un bizcocho de zanahoria merecido. Ponemos pieles y zigzagueamos entre los Ibones de un circo desconocido, rumbo al primero de los collados del día.

«La verdad que este Pirineo es maravilloso»

Desde allí un “flanqueo” evidente nos regala las primeras “eseses” , con esa banda sonora de una nieve aún sin transformar. El aspecto rasgante del Neoville nos habla de su pasado glaciar. Tres aristas marcadas dibujan una montaña esbelta y atrevida, donde todas esas líneas confluyen en su arista final que se une en la cumbre dando forma a los Tres Consejeros. Uno de esos rincones emblemáticos de la historia del Pirineismo. La última vez que anduve por aquí era verano y utilicé más las manos que los pies para llegar. La verdad que este Pirineo es maravilloso.

Hasta allí arriba subimos al estilo “francés” aunque ni llevamos reloj ni mochilas pequeñas, porque hemos venido a perdernos. Con demasiados “porsiacasos” y ningún plan establecido. Al estilo de lo de antes. Cómo nos gusta.

A más de 3.000 metros coincidimos con un número grupo de esquiadores o de montañeros. No lo sé. No es tarea fácil distinguirlo en los tiempos que corren, por eso mismo que hemos comentado antes. Aquí arriba estamos en medio. En medio del Pirineo.

«La montaña nos pone en su sitio y un resbalón en la vertiginosa pendiente nos hace invertir en otra ración de concentración»

Disfrutamos de la primavera en un descenso al sol, divertido. Sintiéndonos los niños que hay detrás de cada giro, sonrientes y precavidos a la par. Y de nuevo con focas llegamos al collado de Chausenque donde lanzamos un órdago al juego de descubrir. La montaña nos pone en su sitio y un resbalón en la vertiginosa pendiente nos hace invertir en otra ración de concentración, mientras tiramos de mapa para ubicarnos en un rincón nuevo para nosotros. Rodeados de paredes lisas, agujas y decenas de pequeños y grandes lagos escalonados por el retroceso del hielo.

Diagonales y sentido común en este universo de las orientaciones. La nieve es caprichosa, y el esquí de montaña nos brinda nuevo una partida divertidísima para pintar nuestro camino de regreso.

El descenso es largo hasta la Glere que apenas divisamos hasta estar frente al refugio. El deshielo del ibón nos regala el último “chapuzón” del día. Esta vez hasta la rodilla. Pero sonrío. Sonrío porque están siendo unos días maravillosos de “Pirineo”. Y que así siga, en buen comía y por muchos años más.

Y aquí huele de nuevo al calor del hogar donde podemos escuchar de nuevo el canto del colirrojo tizón, cada vez más presente y cada vez más numeroso hasta casi los 2500 metros de altura en algunos rincones. Los primeros narcisos del día nos regalan una tarde de sonrisas con Beatriz, la guarda de la Glere.

Y aquí cerramos otro día inolvidable de nuevo entre montañas que no conocíamos antes y que me apetecía compartir con vosotros desde esta mirada al Pirineo. El resto de esta travesía nos la guardamos en las retinas. Y gracias a Luis por vivirlo acompasadamente con pasión como siempre me has enseñado a vivir la aventura, siendo el mejor compañero de viaje que uno puede tener.

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Por David Ruiz de Gopegui

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