Se equivocó la paloma. Se equivocaba…

Cada mañana, en Jaca, la fuente de la Plaza de las Cortes de Aragón, más conocida por los jaqueses como Plaza de Turismo, es testigo de un curioso ritual. Todos los días. A la misma hora. Exactamente en el mismo lugar, allí están ellas: palomas que chapotean en las gélidas aguas de la fuente. Desafiando al frío otoño jaqués, cuando el aire helado de la montaña parece quebrarse con los tímidos y escasos rayos de sol que logran colarse entre los imponentes árboles, la imagen se repite.

(FOTO: Rebeca Ruiz)

Llegan las palomas y se zambullen en el agua helada de la fuente

Llegan las palomas y se zambullen en el agua helada de la fuente. Ajenas al bullicio de la mañana jaquesa, de vez en cuando alzan el vuelo (cada vez menos), sobresaltadas por alguien que, inconscientemente, ha osado perturbar este momento irrepetible y se ha acercado demasiado… Quizá,  seguramente, distraído por sus preocupaciones diarias, sin levantar la vista del suelo… O por la mirada curiosa de algún transeúnte que ha reparado en la cuando menos llamativa escena… Elevan sus alas al cielo para volver, instantes después, en un ritual inalterable y casi hipnótico, a zambullirse en las gélidas aguas de la emblemática fuente.

Palomas mensajeras, palomas de la guerra, palomas de la paz, palomas del Pirineo… 

Palomas mensajeras, palomas de la guerra, palomas de la paz, palomas del Pirineo… No pasean entre los turistas que se acercan a descubrir los tesoros que guardan las piedras, cargadas de historia, de la Catedral. No esperan en el Paseo de la Constitución a que los niños les echen migas de pan o maíz. Son las palomas de la Plaza de Turismo de Jaca, las palomas que se bañan en la fuente cuando el termómetro apenas marca unos pocos grados. Un momento sorprendente. Un instante cautivador. Una imagen que nos rescata de la rutina y, por unas décimas de segundo, saca el lado más humano de cada uno de nosotros para detenernos, simplemente, a mirar y a disfrutar de esos segundos mágicos que, de vez en cuando, nos regala la naturaleza.

Escenas que recuerdan el famoso poema de Alberti: «Se equivocó la paloma. Se equivocaba…» O quizá no. ¿Quién lo sabe?

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú en la cumbre de una rama)

Rafael Alberti. 
De Entre el clavel y la espada, 1941

Por Rebeca Ruiz

(FOTO: Rebeca Ruiz)
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