Mentiras alimenticias. Artículo de opinión de Juan José Mairal

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por Juan José Mairal

Comer sano está de moda. Como no podía ser de otra manera en los tiempos que vivimos. Pero el problema radica en saber qué alimentos son sanos y saludables y cuáles no lo son y se convierten en perjudiciales para nuestra salud. Y esto, la verdad, es una línea de difícil comprensión y de mucha ignorancia y negocio.
El marketing de la alimentación es algo que día tras día nos influye -y de qué manera- a la hora de consumir y alimentarnos. Alimentos que nos dan felicidad desde hace tiempo, que ayudan a no engordar, que nos hacen crecer, que nos ayudan a reducir el colesterol, que son naturales al 100% cuando no lo son en realidad, recién exprimidos, que ayudan nuestras defensas, que son recién sacados de la huerta o del campo, bajos en calorías, sin azúcares añadidos, que mantiene nuestro flujo intestinal; alimentos precocinados casi con las mismas características que los naturales,… ¡Créanlo, todo un engaño de marketing y publicidad que a nivel de imagen y a nuestros ojos nos lleva a comprar y consumir esa vorágine de alimentos saludables.
Cuestión de tiempo. Sólo hay que pararnos a ver las etiquetas de estos productos sólidos, líquidos y gaseosos, frescos, naturales y hasta casi milagrosos para comprobar el mínimo o ínfimo porcentaje de verdad que hay en todos ellos y la farsa de este negocio de la alimentación hoy en día.
Y es que los anuncios que vemos en la televisión, en Internet y en medios de comunicación sobre alimentación son engañosos y reclaman nuestra atención. Productos milagrosos con múltiples propiedades saludables, preparados de una manera, como no podía ser otra, natural. La realidad se aleja -y mucho- del producto que nos quieren vender. La vida social laboral y familiar de ahora nos ha hecho cambiar nuestros hábitos de alimentación a peor, sin duda.
Los congelados, los precocinados, las conservas y esos alimentos listos para calentar y comer están variando nuestros hábitos de toda la vida. Productos con aporte de calcio, omega 3, bífidus activo, etc, etc,… que prometen -y hasta convencen- para mejorar nuestra flora bacteriana, nuestro tracto intestinal, bajarnos el colesterol, mejorar nuestra salud y dieta proliferan cada día más en el supermercado y además para más inri, avalados por estudios científicos o científicamente probados.
Como dirían mis abuelos o mis padres, lo mejor, la dieta mediterránea con sus verduras, frutas, aceite, carnes y pescados de toda la vida, complementada con el ejercicio físico y productos y platos de siempre con legumbres, ensaladas y demás. Dejémonos de tanto conservante, colorante, aditivo, bajo en calorías, azúcares y mariconadas, con perdón.
Y si no están convencidos, párense a mirar alguna etiqueta de vez en cuando: el porcentaje de lo que dicen llevar y ofrecer llega a mínimos de escándalo y, a veces, hasta con recochineo y guasa… ¡A comer sano!

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